Las etiquetas

El titular de la noticia es rotundo: “Los pantalones tejanos también se hacen veganos para llegar a nuevos clientes”. Caray. ¿Desde cuando los pantalones, tejanos o no, comen? Si comiesen, si los pantalones necesitasen alimentarse, entonces sí podría ser que hubiese pantalones que no ingiriesen carne, huevos, pescado o leche. Pero esa prenda, igual que las demás, sobrevive sin ingerir alimento alguno, hasta que muere de tanto utilizarla. Llegan a desgastarse de tal manera que la tela se rasga, sobre todo en la entrepierna, por el roce entre la parte superior de ambos muslos si estás gordito. Pero ahora que los pantalones deshilachados o con cortes están de moda, pues aunque se deshilachen puedes seguir utilizándolos sin problema. Para goce del abogado egipcio Nabih al Wahsh, por ejemplo, que días atrás dijo en una tele de su país que las mujeres que llevan ese tipo de pantalones incitan al acoso y a la violación, y que para los hombres egipcios es deber nacional hacerlo.

Bueno. Lo de los pantalones. Dado que los tejanos no comen, supongo que se refieren a tejanos ideales para clientes veganos. El diccionario de la RAE define el veganismo como una “actitud consistente en rechazar alimentos o artículos de consumo de origen animal”. A veces falta espacio para ser preciso. Hace un cuarto de siglo tradujeron al español Little Tales of Misogyny de Patricia Highsmith y le pusieron por título Pequeños cuentos misóginos. Tal cual, aunque esos relatos no son misóginos. Hablan sobre la misoginia, que es diferente.

¡Odio eterno a las etiquetas de los bolsillos de los tejanos, sean de cuero o no!

¿Por qué llaman veganos a esos nuevos tejanos? Pues porque el tejido con el que se confecciona sólo usa como tinte el añil, un colorante extraído de una planta cuyos residuos se usan como fertilizante. Y, por si eso fuera poco, a diferencia del resto de los tejanos no implican el uso de productos como el plomo o el mercurio, perjudiciales para el medio ambiente. La guinda de su veganismo es que no les ponen, en el bolsillo posterior derecho, las etiquetas tradicionales, de cuero conseguido a partir de vacas o cabras, sino –ojo al dato– de cartón.

A lo largo de mi ya dilatada vida no he comprado ningún tejano al que no le haya cortado, con unas tijeritas, el pespunte de la etiqueta. Aunque ahora esté de moda exhibirlas, nunca he soportado ir haciendo propaganda gratuita de una prenda que me ha costado unos dinerines. Ya ves tú cómo, sin saberlo, ya era yo un vegano avant-la-lettre.

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