Las viajeras

Supongo que muchos de ustedes harán algún viajecito este verano. Un viaje cercano –al pueblo tan querido– o un poco más lejos, a esa playa o ese paisaje de montañas y bosques con el que llevan soñando tiempo, o incluso a alguna de esas preciosas ciudades europeas que cada vez parecen estar más al alcance de la mano. Los habrá, incluso, que hagan un crucero o se vayan a correr una aventura a algún país lejano y exótico, un safari en África, o tal vez, con suerte, un trekking en el Himalaya. En cualquier caso, lo más probable es que hagan un viaje organizado, que se desplacen rápidamente en aviones, que vayan con todas las vacunas puestas, que duerman y coman en buenos hoteles con aire acondicionado, que sigan los caminos que les indican las guías y que tengan la sensación de que los peligros están controlados. Y siempre, claro, con el móvil en la mano para hacerse las selfies de turno y mantener el contacto con la familia.

Pero, ¿se imaginan lo que era viajar en el pasado? Antes, cuando no existían ni móviles, ni aviones, ni coches, ni vacunas, ni frigoríficos, ni comida envasada. Cuando la gente se desplazaba miles de kilómetros a pie, en barco de vela o a caballo, cuando no había mapas de todos los rincones del mundo y los viajeros ni siquiera sabían muy bien hacia dónde se dirigían, qué se encontrarían por el camino o cuánto tardarían en llegar. Si es que llegaban.

He disfrutado leyendo las aventuras de esas mujeres viajeras, se las recomiendo

El trabajo me ha llevado este verano a indagar sobre las grandes viajeras del pasado. Viajeras, sí. Porque, aunque pensemos que las mujeres siempre vivieron encerradas entre cuatro paredes, aunque creamos que los grandes exploradores, los grandes aventureros, los grandes descubridores del planeta fueron todos hombres, lo cierto es que hubo muchas mujeres que también realizaron inmensos trayectos y hazañas increíbles. A veces, por necesidad: todas aquellas, por ejemplo, que partieron desde Europa a colonizar los territorios de ultramar, América de un extremo al otro o Australia. A veces, simplemente, por placer, porque querían ver paisajes inimaginables, explorar zonas remotas, vivir el riesgo y el asombro, moverse, salir de casa, ser libres...

He disfrutado tanto leyendo las aventuras de esas mujeres extraordinarias, que quiero recomendárselas a ustedes. Háganse con los libros sobre viajeras de Cristina Morató y de Pilar Tejera, y prepárense a sentir emociones.

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