Lo que yo me figuraba

El lector habitual de esta página acaso haya observado que el epígrafe que la encabeza ha cambiado, como es costumbre a comienzo del año: ha pasado del cervantino Carta de más a Lo que yo me figuraba. Este era el título del segundo tomo de memorias que pensaba escribir Bergamín. El primero se hubiera titulado Ahora que lo pienso. El efecto de leer los dos títulos juntos es sensacional.

Si las memorias de Bergamín se hubieran parecido algo a las historias que contaba, habrían sido magníficas. Pero no las escribió: la mayor parte de las cosas que contaba no se hubieran podido publicar, y la otra mitad ni siquiera se atrevió a ­contarlas.

Como acaso haya llegado a oídos del lector, el alcalde de Cádiz, de cuyo nombre etcétera, anda emperrado en borrar de su ciudad el de José María Pemán, en represalia por todo lo malo que dijo este durante la guerra. Y es cierto que dijo y escribió cosas infames, pero también que, pasada la guerra, hizo otras de una gran rectitud, intercediendo por infinidad de condenados a muerte o haciendo que se restituyese a Juan Ramón Jiménez, cuya casa saquearon tres conocidos falangistas, todo lo que se pudo. Manuel Arroyo, que fue biógrafo, amigo y editor de Bergamín, contó también en el blog de Arcadi Espada cómo Pemán hizo posible la vuelta a España de Bergamín, en los años cincuenta. Y no hace mucho supimos, por Juan Manuel Bonet, que Pemán, Bergamín y... ¡Alberti! pasaron juntos muy amigablemente una tarde parisina de 1955 a bordo del velero Clavileño, del poeta y navegante Pedro Ardoy. Cuánto habríamos adelantado en España si alguno de estos tres escritores hubiera contando aquel encuentro, ayudándonos a ver las cosas como fueron, en tecnicolor, y no en blanco y negro. La noche del 20-D, Pablo Iglesias proclamó triunfal, en blanco y negro, que volvían a España las voces de Margarita Nelken y Clara Campoamor, de José Díaz y de Andreu Nin, o sea las voces de quienes, como Nelken, persiguieron a las Campoamor, o las de quienes, como Díaz y Bergamín, estuvieron detrás o justificaron el asesinato de Nin. Dijo Iglesias incluso que volvían las voces de Alberti y Miguel Hernández, quienes habían dejado de hablarse durante la guerra (y eso tampoco lo contó nunca Alberti). Sí, ahora que lo pienso, parece que vuelve el potaje histórico y después de la remontada, los sueños de revancha. Lo que yo me figuraba.

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