Los engaños

En medio mundo se ha organizado un escándalo por el engaño de Volkswagen. Son muchos los que se han quedado atónitos por la gran mentira de la empresa alemana, avalada desde hace tiempo ante la opinión pública por su fama de seriedad. Probablemente las únicas personas que no se han sorprendido han sido aquellas que se preocupan a diario por el medio ambiente, tanto los expertos como los simples miembros de organizaciones ecologistas.

Por lo visto, a la mayor parte de los consumidores no les importa dejarse engañar

Quienes nos interesamos por esos asuntos conocemos la hipocresía que existe al respecto. Gobiernos, instituciones y empresas de todo tipo han comenzado en los últimos quince años a llenarse la boca con expresiones como “ecología”, “lucha contra la contaminación” o “sostenibilidad”. Todo eso es sin duda un triunfo de los movimientos ciudadanos que en las décadas anteriores se empeñaron en alzar la voz en contra de los procesos de degradación ambiental. Y tal vez a estas alturas en los despachos del mundo donde se toman las grandes decisiones haya gente que realmente se preocupa por el tema.

Pero, al mismo tiempo, esas palabras se han convertido, como tantas otras, en expresiones que a menudo forman parte de un discurso bonito, políticamente correcto y, sin embargo, vacío de contenido. Pura hipocresía para calmar las conciencias. Cabría pensar que son las empresas las que nos mienten, engañando al mismo tiempo a los poderes públicos. Pero me temo que esos poderes, poco tendentes a la ingenuidad, prefieren dejarse engañar fácilmente, simulando –por así decir– controles que, como los de las emisiones de los motores de Volkswagen, han demostrado ser fácilmente manipulables. ¿Podemos entonces fiarnos de los certificados energéticos o de calidad de los productos que consumimos, desde nuestros electrodomésticos hasta los alimentos? ¿Será verdad que las administraciones del mundo se preocupan por nuestra salud y nuestro planeta? ¿O somos engañados una y otra vez?

Los últimos datos que he visto afirman que, pese a todo, no parece que Volkswagen esté sufriendo una gran caída de ventas después del escándalo. La lectura de ese hecho es más bien triste: a la mayor parte de los consumidores, por lo visto, no les importa dejarse engañar. Al menos, no en lo referente a las cuestiones medioambientales. Así pues, quizá tenemos, simplemente, lo que nos merecemos.

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