Los malos deberes

Dice la Organización Mundial de la Salud que España es uno de los países europeos donde los niños y los adolescentes tienen más problemas por culpa de los deberes. Más de la mitad de las chicas y chicos de 15 años se sienten agobiados por la cantidad de trabajo que deben hacer en casa, aunque quizá es aún más grave el dato de que más de una tercera parte de los críos de 11 años piensan lo mismo. Y ese agobio, ya se sabe, a menudo se traduce en problemas físicos y psíquicos.

Este es uno de los eternos debates en torno a nuestro sistema de enseñanza. Todos conocemos a niños que se acuestan a altas horas de la noche a causa de sus interminables tareas. Y sabemos de madres y padres desesperados porque ven a sus hijos cansados y estresados y apenas pueden ayudarles.

Apenas les queda tiempo para correr o jugar, salvo que lo hagan a escondidas

Nuestros críos pasan 6 o 7 horas, a veces hasta 8, en sus colegios. A eso deben añadirle muchos días entre 2 y 4 horas más de deberes, además de las actividades extraescolares. Por no hablar de quienes soportan interminables trayectos en los autobuses, especialmente crueles en las grandes ciudades. Al final, sus jornadas laborales acaban siendo más largas que las nuestras, con la angustia añadida para muchos de las temibles notas. Apenas les queda tiempo para correr o jugar, salvo que lo hagan a escondidas con sus ordenadores y Plays, fingiendo que están trabajando.

Hay profesores que defienden este sistema porque creen que contribuye a disciplinar a los niños y que establece además una conexión entre las familias y la escuela. A lo primero, yo les diría que más bien tiende a agotarlos. En cuanto a lo segundo, es evidente que las tareas en casa acrecientan la brecha que existe entre los críos que proceden de familias con recursos intelectuales y los que no.

Un sistema de enseñanza basado en buena medida en el trabajo a solas del alumno es un sistema injusto y fracasado, aunque a muchos enseñantes les moleste esta afirmación. Los chicos deben estudiar, claro, pero también descansar y divertirse. Vivir, a fin de cuentas: hablamos de la educación de niñas y niños, no de la de los superingenieros de la NASA. Quizá este sea uno de los factores que explican el frecuente abandono escolar y los malos resultados de nuestros estudiantes en las pruebas internacionales. Año tras año, la enseñanza española arrastra ese problema sin que nadie lo remedie. Y con los alumnos, para colmo, exhaustos.

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