Los márgenes

Con el título de Letras clandestinas puede verse estos días en Madrid una exposición extraordinaria. Pasará inadvertida, quizá, porque está en un lugar poco conocido y transitado, la Imprenta Municipal, y porque trata de un asunto en apariencia menor, los papeles, libros, panfletos, revistas que circularon durante el franquismo bajo cuerda. Es una exposición a un tiempo deprimente y esperanzadora. Deprimente, porque la insignificancia y fragilidad de muchos de esos testimonios, verdaderas reliquias, nos recuerda la blindada y todopoderosa dictadura contra la que se circularon. Imaginen al lado de sofisticados misiles, la honda de David, dos cuerdas y una badana vieja. Y aquí entra en juego la esperanza: no hay tirano que cien años dure, y aunque Franco murió en la cama, estas letras clandestinas prepararon el camino hacia la democracia.

Franco murió, pero estas letras clandestinas prepararon el camino hacia la democracia

Hasta aquí el relato romántico que nos cuentan estos papeles milagrosamente conservados, y que a uno tanto le han interesado desde un punto de vista tipográfico. Porque si leyéramos lo que muchos de ellos decían, nos quedaríamos paralizados de espanto. Antifranquistas, sí, pero demócratas poco. Antifascistas, desde luego, pero en muchos casos también estalinistas. “Nos hemos llevado la canción”, dijo León Felipe, tras la derrota. Esas palabras se hicieron célebres, pero no las que escribió quince años después, también desde el exilio: “Yo no me llevé la canción. Hay que confesarlo: de tanta sangre a cuestas, de tanto llanto y tanta injusticia no brotó el poeta... Los que os quedasteis... vuestros son el salmo y la canción”. Hablaba de quienes escribían poesía en España y la publicaban aquí, pese a todo lo irrespirable del ambiente y la censura. “Desde luego, que [la censura] es una impedimenta terrible para la creación. No basta con poder escribir o pintar, y meterlo todo en un cajón o de cara a la pared, sino que se necesita respirar...”, le dice Ramón Gaya a un amigo en 1960, y añade: “La libertad que se necesita para crear no es una libertad para ser aprovechada, sino tan sólo para ser sentida y sabida; es un margen”. Y sí, a menudo lo más interesante queda escrito en los márgenes. Basta con darse una vuelta por esa exposición. En ella figura lo mejor (y lo peor) de un pasado reciente, la letra pequeña de la historia, esa que suele quedarse sin leer.

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