Los matices

Sin matices la vida no es que sea incompleta, es que además es falsa. “Completo: perfecto e imperfecto”, decía JRJ. Daba a entender con ello que una perfección sin defectos está muerta, y que la vida es precisamente la suma de perfección e imperfección. Perfecta puede ser una máquina; una persona, nunca, afortunadamente, y esta es la garantía de que sigue viva.

Acabo de comprar en el Rastro (¿dónde si no?) Mil canciones españolas. Dos gruesos tomos editados en 1966 y metidos en un sólido estuche de tela verde. De no haberlos visto casualmente jamás hubiera reparado en una obra como esa. En el Rastro vista y tacto son el mismo sentido, y allí manda el azar. Contienen esos dos tomos composiciones, música y letra, de todas las regiones y en todas las lenguas y dialectos españoles, canciones de corro, de ciego, villancicos, romances, algunos muy antiguos.

MEDIO SIGLO DESPUÉS, UNO AGRADECE QUE ALGUIEN ENTONCES REUNIERA ESAS CANCIONES

Esa labor de recopilar el folclore la iniciaron los beneméritos abuelos de la Institución Libre de Enseñanza, entre los que se contaba Machado Álvarez, Demófilo, padre de Antonio y Manuel Machado, y la continuaron sus nietos, entre ellos García Lorca, con el teatro ambulante de La Barraca y los jóvenes de las Misiones Pedagógicas que recorrieron España llevando por los pueblos, durante la República, la buena nueva de la ilustración. La guerra truncó aquello de la manera sangrienta que sabemos, y después de la guerra tomó el testigo de los institucionistas la Sección Femenina de FET y de las JONS. Las Mil canciones españolas están editadas por ella, y, créanme, es una obra admirable pese a su lastre (vienen también los himnos políticos y del nacional catolicismo; pero hasta eso lo ve uno ya como antropólogo) y, desde un punto de vista tipográfico, sobresaliente.

¿Pero cómo, dirá alguien, pudieron los representantes netos del fascismo continuar el trabajo de los ilustrados institucionistas, a los que se combatió durante el franquismo con saña irracional? No sé cómo, pero medio siglo después de ser editado el libro, uno agradece que alguien entonces quisiera reunir esas canciones y lo hiciera de ese modo que habría satisfecho a don Francisco Giner o don Manuel Bartolomé Cossío. Y que fuera posible durante un régimen tan demencial y ramplón como aquel acaso haga más valiosa esta obra. Sólo siente uno que la mayor parte de esas canciones ya se hayan dejado de cantar. Pero este es otro cantar.

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