Los del milagro

Ya saben, él fue el responsable de aquel milagro económico que, supuestamente, convirtió a la España del cambio de siglo en un país asombrosamente rico: Rodrigo Rato, el hombre listo del Partido Popular. El cerebro de una política que persistió –persistió: ya la habían iniciado sus antecesores del partido rival– en la idea de hacer del nuestro un país hortera, derrochador y corrupto.

Estamos pagando a conciencia las consecuencias de esas maneras de ejercer el gobierno, hundidos en una crisis que se ha llevado por delante el trabajo y la dignidad de millones de españoles. Descubrimos para colmo que el gran diseñador del pretendido milagro, el mismo que nos exigía a todos honradez fiscal y redactaba las leyes para perseguir el fraude, poseía una fortuna fuera del país, es decir, nos robaba a sus conciudadanos todos los impuestos que no pagaba. No le acuso de nada: él mismo lo hizo al acogerse a la amnistía fiscal. El resto de los delitos por los que se le investiga o por los que ya se le ha imputado ni los mencionaré: los tribunales sentenciarán.

¿CÓMO ES POSIBLE QUE AÚN SE LE CONCEDIERAN CARGOS EN OTROS BANCOS Y EMPRESAS?

Lo único que quiero es dejar en el aire una pregunta a la que, me temo, nadie responderá: ¿cómo es posible que a un hombre sobre cuya integridad había viejas sospechas (según afirman ahora fuentes cercanas al PP) se le entregara la jefatura del Fondo Monetario Internacional y luego, después de abandonar oscuramente ese tinglado siniestro, la de CajaMadrid? ¿Cómo es posible que tras hundir esa institución y engañar a todo el que pudo sobre sus cuentas, aún se le concedieran responsabilidades –y grandes sueldos– en otros bancos y empresas (Telefónica entre otras)?

Rato no es el único inepto y/o delincuente al que el sistema sigue premiando por no se sabe qué motivos. Tendemos a creer que cuando alguien llega muy arriba en los negocios, el dinero y la política, es porque reúne méritos para ello. Pero lo cierto es que uno puede sentarse junto a la Avenida de los Altos Cargos y ver cómo una y otra vez desfilan, camino de los mejores despachos, gentes que han demostrado de sobra su incapacidad en el despacho anterior, sea público o privado. Está claro que en las Cimas del Poder y de las Finanzas, la honestidad y el buen hacer no siempre cuentan. Yo diría que incluso perjudican. A saber cuáles son las razones por las que tanta gentuza o gentecilla triunfa en esas cumbres. A saber.

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