Los precursores

Ha vuelto a suceder: la Contra de La Vanguardia nos da una gran entrevista. Es algo frecuente. Titula Ima Sanchís la que le ha hecho a Annie Marquier con unas palabras de esta neurocientífica: “El corazón tiene cerebro”. No hay vida que contada en tres líneas no llegue a conmovernos. La de la señora Marquier además asombra e intriga: “Tras estudiar Matemáticas y la carrera de piano y órgano fue profesora en La Sorbona. Luego se instaló en India y participó en la creación de la comunidad de Auroville con Sri Aurobindo y Krishnamurti”. Después fundó en Quebec un gabinete de investigación donde ha llevado a cabo sus estudios. Es francesa y tiene 72 años. En la entrevista cuenta en esencia esto: el corazón no sólo tiene razones que la razón no comprende, sino que es capaz de razonar tanto o mejor que el cerebro. “Se ha descubierto que el corazón contiene un sistema nervioso independiente y bien desarrollado con más de 40.000 neuronas y una compleja y tupida red de neurotransmisores, proteínas y células de apoyo”.

El corazón decide a menudo antes que el cerebro, y puede decidir mejor

En cierto modo la ciencia viene a confirmar algo que sabíamos desde La Ilíada, muchos siglos antes, por tanto, de que se descubriera la circulación sanguínea: sí, el corazón decide a menudo antes e independientemente que el cerebro, y puede decidir mejor: “Las ondas cerebrales se sincronizan con la variaciones del ritmo cardiaco; es decir, que el corazón arrastra a la cabeza (...) Está demostrado que cuando el ser humano utiliza el cerebro del corazón crea un estado de coherencia biológico, todo se armoniza y funciona correctamente, es una inteligencia superior que se activa a través de las emociones positivas”. Parece ciencia ficción, comenta su entrevistadora.

Claro que como el corazón es bilingüe y junto a la pacífica lengua de la armonía puede hablar la del caos y la cólera, y hablar una u otra ante unos mismos hechos, puede hacer que nos equivoquemos. Marquier aconseja practicar la primera: “Cultive el silencio, contacte con la naturaleza, viva periodos de soledad, medite, contemple, cuide su entorno vibratorio, trabaje en grupo, viva con sencillez. Y pregunte a su corazón cuando no sepa qué hacer”. De no mediar en su conversación palabras como neurotransmisores, hormonas, campos magnéticos, la creeríamos una mística, y sin embargo la ciencia no hace sino confirmar algo que supieron desde el origen de los tiempos los precursores, los poetas: que entre cerebro y corazón, el corazón es el fuerte.

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