La luz encendida

En plena noche siente ganas de orinar, pero está tan bien en la cama que aguanta un poco hasta que decide que lo mejor será levantarse y volver rápido bajo la funda nórdica. Pulsa el interruptor de la lámpara de la mesilla, pero no responde. Supone que la bombilla se habrá fundido, de modo que pulsa el de la luz del techo. Tampoco se enciende. A tientas abre el cajón superior de la cómoda y localiza la linterna. Va hacia el cuadro eléctrico, a ver si ha saltado algún interruptor. No ha saltado ninguno, de modo que lo más probable es que se trate de un apagón general. Abre la puerta del piso, aprieta el pulsador de la luz de la escalera; tampoco funciona. Es un apagón general. Cierra de nuevo la puerta, con la linterna va hacia el baño, orina, se lava las manos, bebe un poco de agua y, de vuelta al dormitorio, mira la hora que marca el despertador: las tres menos cuarto.

¿Cuánto tiempo se conservan los alimentos en una nevera apagada?

Se arrebuja con la funda nórdica e intenta recordar el sueño anterior, a ver si, metiéndose en él, se duerme fácilmente. Pero el hecho de saber que no hay luz le desasosiega. ¿Por qué, si precisamente ahora es de noche, está en la cama y no necesita para nada electricidad? Le intriga saber a qué hora exacta ha empezado el apagón. ¿Y si dura ya cuatro horas? Si no se soluciona, podría suceder que, cuando se haga de día, el apagón aún persista. ¿Cuánto tiempo se conservan los alimentos en una nevera apagada? ¿Y los congelados? Si pudiese, ahora mismo se levantaría y se conectaría a internet para encontrar respuesta y así tranquilizarse, o no. Pero no puede conectarse precisamente porque no hay electricidad. Podría utilizar el móvil, pero buscar eso por móvil le parece engorroso. Es mucho más fácil con el ordenador.

No consigue dormirse. Para comprobar si ha vuelto la luz, pulsa el interruptor de la lámpara de la mesilla, y también el de la del techo, no fuese que, aparte del apagón, realmente la bombilla se hubiese fundido, pero lo único que consigue es que, de tanto pulsarla, llegue un momento en que no sabe si la ha dejado encendida o apagada. Gracias a la linterna, observa cada tanto el paso del tiempo: las tres y cuarto, las cuatro menos menos cinco, las cuatro y veinte, las cinco menos cuarto, las cinco y veinte... Mucho más tarde por fin se duerme y, al cabo de nada, la luz del techo le ciega los ojos. Efectivamente, se había quedado encendida. Al poco suena el despertador, se da dos minutos más en la cama y se levanta.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...