Manila

Les contaba la semana anterior el resquemor que me daba volver a incorporarme a la agenda de viajes de trabajo después de unas semanas en el banquillo por temas médicos (por cierto, muchas gracias por sus correos deseándome una recuperación rápida). Para empezar podría haber sido un destino cercano. Pues no. Quince horas de avión más siete horas de retrasos y esperas me han traído a Manila, la capital caótica y encantadora de Filipinas.

Las siete mil islas que forman el país me eran totalmente desconocidas hasta que empecé a preparar el viaje en mis días de pijama por casa recuperándome. Como supongo que debe de pasarle a todo el que puede invertir en aprender sobre el destino donde va más que las pocas horas que normalmente le puedo dedicar, cuanto más leía más ganas le cogía a Manila.

Y no defrauda. Un cruce entre Bangkok y Hong Kong, Manila es una ciudad enorme, deslavazada, desordenada... y contemporánea. Todo aquí es resultado de combinaciones sociales, culturales y estéticas que no dejan de sorprenderte. Desde el idioma, mezcla de inglés, español y las lenguas originarias de la zona, pasando por la comida, las compras y el entretenimiento.

Es una ciudad enorme, deslavazada, desordenada... y contemporánea

Bajo una humedad que te recuerda constantemente por qué latitudes paseas, un viaje en el metro elevado que recorre las calles principales de uno de los 17 centros que tiene Manila te muestra sin contemplaciones miseria, desigualdad y costumbres. Una ciudad que tuvo que rehacerse tras los bombardeos indiscriminados en la Segunda Guerra Mundial, colonizada culturalmente por Estados Unidos, con vestigios de opresión política y con el exhibicionismo burdo de una clase dirigente que aún se expresa como seguro hacía veinte años atrás.

El motivo que me trae a Filipinas me ha permitido lo que normalmente no puedo hacer: pasear la ciudad hasta quedar exhausto. Mi cuerpo se esfuerza en recordarme que hace sólo unas semanas estaba en una camilla, pero por unos días prefiero no escucharle mucho y dejar que Manila, ciudad por descubrir, me grabe con sudor y amabilidad su ADN en el cuerpo.

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