Me siento estafada

–Todo está patas para arriba.

–Años de crisis…

–Me refiero a mi familia. Te hablo de mi padre, a los ochenta años se está saliendo de madre.

–Se echó novia…

–¡No! Bueno, creo que no. No sé si lleva a alguien a casa, vete tú a saber. Pero es que si lo ves ahora… ¡Es que no lo reconozco! Cuatro pelos que le quedan y se deja melena. Anda con pantalón pirata y fue a una manifestación con esos desharrapados.

–Cualquier día te aparece con un tatuaje y piercings.

–No bromees. Yo le digo que no haga el ridículo, que acabe bien su vida, y él me suelta que ya perdió mucho tiempo y ahora hace con su vida lo que le da la gana.

–Mujer, tiene razón.

a ver qué gracia te haría tener un catalán en casa hablando en catalán

–Pero si a mí me educaron en un colegio de monjas, mi madre siempre iba a misa… Mi padre con su traje planchado y sus camisas con gemelos… Ahora me siento estafada.

–Son estos tiempos, todos andamos revueltos. Pero si él está contento...

–Y mi hija…

–También tu hija se hizo “desharrapada”.

–Puede que peor, tiene un novio catalán.

–¡No me fastidies!

–Sí, pero catalán, catalán. Se llama Roger y habla catalán.

–¿Contigo?

–No, conmigo, no. Pero lo oí contestar al teléfono, en catalán.

–Bah, pero tú no tienes por qué hablarlo. ¿O te pide que lo aprendas?

–No te rías, a ver qué gracia te haría tener un catalán en casa hablando en catalán.

–Pero, mujer, sería un maleducado si te pidiese que le hablases en catalán…

–Faltaría más.

–Pero si su lengua es el catalán, cuando te habla en castellano a ti está siendo atento contigo.

–Vale, ¿pero y si tienen hijos? ¿Qué van a hablar? ¿Y cómo se van a llamar?

–Pero si tu hija se llama Vanessa, que es inglés… Bueno, me voy. Adéu!

–Sí, tú ríete. Te tendrías que ver así, me siento estafada.

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