Métodos de lectura

Un par de años después de la muerte de Franco, Tusquets Editores lanzó al mercado una colección de literatura erótica, La Sonrisa Vertical. El nombre viene de una expresión, creo que chilena, que juega con la semejanza de la vulva con una boca sonriente. La crearon Beatriz de Moura y Luis García Berlanga. Era el momento ideal para esa iniciativa. Tras décadas de puritanismo había un montón de libros marranos que en el resto de Europa se podían encontrar incluso en formato de bolsillo y que no se habían traducido al español. El primer título fue La insólita y gloriosa hazaña del cipote de Archidona, de Camilo José Cela, lo que dio a la colección un sello de dignidad. Le siguieron obras de Pierre Louÿs, Alfred de Musset, el marqués de Sade, Leopold von Sacher-Masoch, Georges Bataille, Pieyre de Mandiargues, Henry Miller, Marguerite Duras... Lo mejor de cada casa. Recuerdo haber devorado Grushenka, Memorias de una cantante alemana, de Wilhelmine Schröeder-Devrient, ¿Qué es Teresa? Es... los castaños en flor, de José Pierre... Por si a alguien no le quedaba suficientemente claro, uno de los sonsonetes promocionales explicaba que se trataba de libros “para leer con una sola mano”. No hace falta explicar a qué dedicaba la otra el lector, fuese hombre o mujer.

Según parece, hoy en día los libros marranos exigen un plus tecnológico

Pero los tiempos cambian. Hoy en día, ese método está ya trasnochado y hay que añadirle tecnología porque, si no, no mola. Es por eso que una empresa ha lanzado al mercado un vibrador que, vía bluetooth, se conecta a tu e-book, tu tableta o tu teléfono inteligente. Es exclusivo para señoras. La usuaria se lo introduce de forma que entre en contacto con el punto G. Acto seguido empieza a leer el libro erótico que sea y, a medida que se excita y respira más o menos intensamente según la trama de la historia, la intensidad de la vibración aumenta o decrece. (Un poco como el ¡Clic! de Milo Manara, pero controlado por ella misma y no por un señor que se dedica a subir o bajar la intensidad a su antojo.) La empresa se llama B·Sensory, y el aparatito, Little Bird. Se vende en tres colores: rosa frambuesa, azul laguna o verde mojito. Cuesta 99 euros. El éxito ha sido tal que quien quiera regalarlo para el día de San Valentín llega tarde. Pero prometen tener una nueva remesa a principios de primavera, que la sangre altera. Les aseguro que llegará un día en que, si no disponen de un artilugio electrónico, los adolescentes (y los no tan adolescentes) no sabrán rendir tributo a Onán.

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