El misterio de las galardonadas

Tengo ante mí la foto de todos los galardonados en los premios Goya de este año. Salvo por la elegancia de los trajes y el desenfado alegre de los protagonistas, podría tratarse de la imagen de alguna cumbre mundial de líderes políticos, económicos o lo que sea, pero líderes: es decir, un montón de hombres y entre ellos un puñado de mujeres a las que hay que buscar como en uno de esos juegos de agudeza visual.

las férreas estructuras patriarcales se resisten con todas sus fuerzas a la igualdad

Nada nuevo, por supuesto. Incluso durante la propia gala se habló ligeramente del asunto: al fin y al cabo, resultaba un tanto escandaloso que las mujeres supusieran tan sólo un 14% del total de los nominados. Pero la cifra no es sorprendente: es un porcentaje muy semejante al de mujeres reconocidas y premiadas en otros campos culturales, como la literatura o las artes plásticas. Por dar algún dato, solo ocho mujeres se sientan en los cuarenta y tres sillones de la Real Academia de la Lengua, un 18% de la totalidad. Muchas menos aún lo hacen en la de Bellas Artes de San Fernando: un 7%, es decir, cuatro mujeres de cincuenta y seis académicos. Y, aunque ese sea otro territorio, diré que la palma del patriarcado en las reales academias se la lleva la de Jurisprudencia y Legislación, en la que hay una única mujer entre 35 caballeros. Eso, en un país en el que el número de juezas, abogadas y diputadas ha crecido de manera extraordinaria en los últimos años. Igual que ha crecido, si es que no lo había hecho ya, el de lingüistas, escritoras y artistas plásticas. Y el de guionistas de cine, productoras, técnicas y directoras (o, al menos, el de mujeres con capacidad y formación para serlo).

Todas estas cifras son extrapolables a cualquier otro campo en el que se juegue prestigio, poder y dinero. No hace mucho tiempo escribí aquí un artículo sobre lo sorprendente que resulta que un ámbito como el de la cocina, femenino por excelencia, se convierta en territorio casi exclusivo de hombres en sus niveles más altos. Lo mismo sucede en la ciencia, el periodismo, la enseñanza, las empresas y cualquier otra actividad que se les ocurra: las que llegan arriba son muy pocas. Y no es por falta de talento, inteligencia, esfuerzo o ganas: espero que a nadie se le ocurra ya dudar de todo eso. Sigue siendo así porque las férreas estructuras patriarcales y muchos de los hombres que las componen se resisten con toda su fuerza a la igualdad plena. No hay ningún otro misterio.

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