'Mudam-se os tempos'

Según mi madre, su padre era un hombre insoportable, con muy mala leche. Tenía una heladería en Huéscar, Granada, en el número 1 de la calle de las Campanas (lo recordaré siempre porque yo era quien de niño escribía los sobres de las cartas que le enviábamos desde Barcelona). Sus paisanos lo llamaban el chambilero, y chambis a los helados que vendía. A mí, pequeñajo, me parecían palabras exóticas, pero cuando me hice mayor aprendí que, en granaíno, se da el nombre de chambi a lo que yo llamaba corte. El motivo: el helado en cuestión se forma a base de una galleta sobre la que se pone un corte de helado que se remata con otra galleta por encima. Un sándwich, pues. Pero como a los huesquerinos pronunciar esa palabra con acento británico les resultaba imposible, sándwich acabó pronto convertido en chambi.

Por las tardes acompañaba a mi abuelo con su carrito de helados

Viajé un par de veces a Huéscar, en verano. Por las tardes acompañaba a mi abuelo cuando sacaba el carrito de helados a la calle y servía cucuruchos o chambis. El carrito tenía dos recipientes donde se conservaban los helados, con tapaderas redondeadas. Ya podía mi madre ir diciendo que era insoportable –vaya una, ella también–, pero los jóvenes estaban encantados con él, porque era ocurrente y se lo pasaban de maravilla.

Todo este rollo viene a cuento de que, hace una semana, estaba en un pueblo ampurdanés, a la puerta del súper, hablando con un cocinero enrollado. Le dije que estaba pensando en quedarme a vivir, montar un döner kebab y hacerle la competencia. (Un döner kebab en ese pueblo es la idea con menos esperanzas de éxito que puedan imaginar, porque sus habitantes no sólo van poco a los restaurantes sino que, cuando lo hacen, no quieren nada que se aleje demasiado de las costillas de cordero a la brasa). El caso es que al cocinero enrollado la idea le pareció buena:

–¡Sí! Hay que introducir el street food. Un döner arrasaría. Y un ice cream cart, también, de un lado a otro del pueblo.

Me quedé parado. Un ice cream cart es justo lo que mi abuelo sacaba a pasear cada tarde de verano. Si su mala leche era tan real como decía mi madre, lo vi capaz de recomponerse en la tumba y venir hasta la puerta del súper para recriminarle su anglicismo innecesario. Pero luego pensé que, si él y los granadinos llaman chambi (por sándwich) al helado de corte, tampoco hay por qué molestarse demasiado porque ahora a su carrito de helados de toda la vida lo llamen ice cream cart.

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