No sólo las bicicletas

Inauguramos hoy nuestro consultorio veraniego con la pregunta que nos remite un amable lector, Juan José Pues, de Calaceite: “Desde que hace unas semanas empezaron las vacaciones, observo con desazón cómo mi hijo evita una y otra vez hacer los deberes que le pusieron en la escuela. Las semanas se suceden y siempre tiene a mano una excusa para aplazarlos. ¿Cree usted, apreciado columnista, que debo obligarlo a hacerlos? Es más: ¿deben tener tareas escolares los niños en verano?”.

Es una buena pregunta: “¿deben tener tareas escolares los niños en verano?”

Apreciado señor Pues, mi respuesta es clara: ni por asomo. Cumplir con las obligaciones que pusieron a su hijo sería aceptar la autoridad escolar, y nada más pernicioso para él. Los críos son almas puras que revolotean a nuestro alrededor y es deseable que campen a su aire sin ninguna obligación, entre mimos, chuches y ni la más mínima reprimenda. Hoy en día, que mola montar un change.org por cualquier memez, no entiendo cómo los padres con hijos en edad escolar no se han puesto de acuerdo para impulsar uno que exija la abolición de los deberes y la defenestración de los profesores que los dictan. Ahora que hace calor y en los locales sin aire acondicionado las ventanas están abiertas de par en par, sería lo más fácil del mundo.

Cuando un servidor era niño e iba a la escuela (y más tarde al instituto), nunca nos pusieron deberes veraniegos. Ni siquiera sabíamos qué era eso y nos hubiese costado entenderlo. Las vacaciones eran para hacer lo que a uno le apeteciese. Pasarse el día en la calle jugando a fútbol (era otra época y por las calles circulaban pocos coches) o en casa, leyendo e intentando copular con la almohada, como era el caso de los niños con menos aptitudes deportivas, entre los que me incluyo. ¡Qué gran emoción, el día que, tras una fricción sostenida, eyaculé por primera vez! Había oído a los chicos mayores hablar a menudo de ello pero no sabía exactamente en qué consistía. A destacar la poca cooperación de la almohada, que se dejaba hacer en plan indolente, lo que ahora llaman “atropéllame, camión”.

Con deberes veraniegos ¿hubiera descubierto tal maravilla y habría perseverado hasta sobresalir en ella? Probablemente no, o no tan pronto. Por todo ello, señor Pues, reitero mi respuesta inicial: ni se le ocurra permitir que su hijo haga las tareas escolares. En los años ochenta se hizo famosa una película de Jaime Chávarri que llevaba por título Las bicicletas son para el verano. Pues eso: las bicicletas y lo que surja.

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