Nuestros precios

A mediados de los años ochenta, cuando yo empecé a vivir por mi cuenta y a entender lo que valían las cosas, España era un país de precios moderados. Quizá ya no estaba entre los más baratos de Europa, superado en ese sentido por Portugal o Grecia, pero seguía siendo un lugar en el que se podía vivir bien con no demasiado dinero. De hecho, cuando los españoles viajábamos por aquel entonces a Francia, Alemania, Italia o Estados Unidos, nos parecían lugares carísimos, y nos ­sentíamos un poco como los hermanos pobres del mundo occidental.

España se ha vuelto un lugar carísimo, más que la mayor parte de europa

Creo que fue en la segunda mitad de los ochenta cuando eso empezó a cambiar, casi sin que nos diésemos cuenta: nos volvimos nuevos ricos, y nuestros precios se dispararon. Ese fenómeno no ha hecho más que crecer desde entonces, agravado por nuestro paso al euro que, como a lo tonto, convirtió los objetos de 100 pesetas en objetos de 1 euro, o sea, de 166 pesetas. En un instante. No sé si ese proceso ha tenido algo que ver con la profundidad de nuestra crisis, pero lo cierto es que, desde entonces, España se ha vuelto un lugar carísimo, tanto o más que la mayor parte de los países de la Europa Occidental, con la diferencia de que aquí los salarios son muchos más bajos: el sueldo medio bruto en España se sitúa, según los últimos datos, en 1.640 € al mes, aunque el sueldo habitual es mucho menor que ese. Y estas cifras nos colocan casi un 18% por debajo del sueldo medio de los 28 países de la UE. Por no hablar de nuestra insostenible cifra de parados, claro.

En cambio, muchos de nuestros productos básicos figuran entre los más caros del continente: pagamos por la luz, el teléfono, el gas, la gasolina, la vivienda y otras muchas cosas importantes más que la mayor parte de nuestros convecinos. Quienes vienen de fuera no dejan de asombrarse de los precios altísimos que tenemos aquí, igual que los de aquí nos sentimos atónitos cuando comprobamos que un taxi en París, un restaurante en Roma o un hotel en Berlín son más baratos que en Madrid. La conclusión lógica es inmediata: vivimos mucho peor que la mayor parte de los europeos, por más que nos empeñemos en no creerlo. Aunque, claro, se me olvidaba un dato importante: en España, el alcohol es más barato. Eso sí. Igual a muchos les basta para justificar esa desfasada idea de que, como aquí, no se vive en ningún sitio.

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