Otro verano de torturas

Esta misma mañana –escribo el 8 de julio, en plenos sanfermines–, doce toros han sido perseguidos por las calles de Pamplona por una manada de personas pletóricas de testosterona. Y a esta hora, en plena tarde, esos mismos toros están siendo torturados y ejecutados en una corrida, entre un público que jalea y aplaude, cada vez más alegre a medida que se intensifica el suplicio, disfrutando con la agonía y la muerte de esos desdichados seres.

Todos los años, por estas fechas, hago un artículo como este. Un breve texto para recordar a los 60.000 animales no humanos que serán martirizados y aniquilados en las fiestas (?) de media España. Centenares de miles de animales humanos —españoles y extranjeros— van a participar en este espectáculo colectivo del horror, celebrando la angustia y la extinción de toros, caballos, pavos, ovejas, burros o patos.

Que tantas personas encuentren placer en esa crueldad es para mí perturbador

Nunca he creído que los humanos seamos superiores al resto de los animales. Pero, si lo fuésemos, sería en todo caso por nuestra consciencia. Y esa consciencia, que nos permite comprender el dolor ajeno, debería despertar en nosotros el deseo de evitar crear, precisamente, dolor. Que tantas personas sean capaces de provocarlo, me resulta incomprensible. Y que tantas y tantas y tantas encuentren placer en esa crueldad, es para mí absolutamente perturbador.

Estoy segura de que, en medio de todo ese espanto, hay gentes bondadosas. Gentes, incluso, que tal vez tengan en su casa un perro o una gata a los que adoran y miman. Pero la educación (o, más bien, la no-educación), la costumbre más perversa y la peligrosa necesidad de sentirnos parte de un grupo pueden hacer que incluso esas buenas personas participen de las torturas y las matanzas y disfruten con ellas.

Desearía pensar que alguna de ellas pueda leer este artículo y pararse a reflexionar: la palabra todavía puede despertar las conciencias. Confío pues en que, a fuerza de escribir una y otra vez lo mismo, como hacemos tantos articulistas, a fuerza de manifestarnos y protestar contra todas esas torturas, la gente reaccionará y España dejará de ser pronto el país del maltrato animal por excelencia. Si usted va a ir este verano a alguna corrida, encierro o espectáculo de ese tipo, reflexione un momento. Hágales ese favor no sólo a los animales, sino a la propia humanidad. Y, desde luego, a usted mismo: disfrutar con la muerte trae mal fario, seguro.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...