Parad esta locura (y 2)

Sí, esta es la pregunta: ¿qué vemos en un museo en el que nuestra presencia, y la de otros miles de visitantes, impide que se vea nada? Aglomeraciones, atascos, ruido, distracción permanente, zombis que parecen haber escapado de alguna de las sepulturas y entierros que tanto abundan en los cuadros de los museos, velocistas que los recorren a la carrera, grupos organizados escuchando las explicaciones de un experto y expertos tratando de mantener a voces la atención del grupo... En efecto, ¿qué podremos ver en esas condiciones?

El arte es tal vez la cosa más seria que ha salido de manos del hombre

No quiere uno hacer demagogia, y menos desde que sabe que la obra de uno de los poetas más silenciosos de la historia, Paul Verlaine, se escribió en los cafés más concurridos y alborotados de París. ¿No visitamos Venecia abrumados por un gentío del que formamos parte, pese a lo cual somos capaces de obtener de esa ciudad algo único, se diría que especialmente destinado a cada uno de nosotros? Por esa razón quizá la pregunta que debiéramos formular es otra: ¿de verdad que todos los que acuden en masa a ver la Gioconda, la Victoria de Samotracia, Venecia o la exposición de moda necesitan esas obras y viajar, a veces desde los más lejanos confines, hasta esas ciudades? ¿Acuden a ellas buscando respuestas estéticas, existenciales, sentimentales que no han encontrado en otra parte? ¿Son verdaderamente conscientes del sufrimiento, soledad y esfuerzo sobrehumano en que muchas fueron creadas?

Contaba uno aquí la semana pasada la experiencia abrumadora que dio origen en el museo del Louvre a estos dos artículos: la inmensa mayoría de quienes fotografiaban la Gioconda levantando por encima de sus cabezas su móvil o buscando una selfie se marchaban sin haber visto la Gioconda, nunca mejor dicho, ni en pintura. ¿Eran conscientes esas personas de que con su agitación y tumulto estorbaban o impedían que la viesen gentes a las que acaso les estaba yendo literalmente la vida en ello? Porque a estas alturas hay que decir que el arte es cosa seria, tal vez la más seria que ha salido de manos del hombre, que ha empeñado en cuadros, esculturas o sonatas su propia salvación como ser humano. Sí, alguien tendrá que recordarlo, porque destruir los museos, y los estamos destruyendo, es destruir el sentido que la vida no tiene, pero que sí tiene el arte que nos ayuda a encontrar sentido a la vida.

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