Paso a paso

Con motivo de Sant Jordi, entre las páginas del especial que La Vanguardia dedicó al gran día de los libros se publicó un infograma que, a modo de línea temporal, señalaba los diferentes pasos por los que transitó la creación de mi reciente novela Las hijas del Capitán, prácticamente desde que se prendió la mecha en mi cerebro respecto al tema central, hasta que las cajas llenas de ejemplares llegaron a las librerías.

Rindo tributo a todos aquellos que intervienen en la creación de un libro

El resultado de ese trabajo fue impecable y del todo riguroso –yo misma hablé varias veces con el diseñador para aportarle datos concretos–, pero las naturales limitaciones de espacio y la propia naturaleza esquemática del gráfico en sí no dieron opción para presentar toda la carga humana que hay detrás y para recalcar la labor de aquellos que lograron que, en cuestión de unos brevísimos meses, un mero documento de Word se acabara convirtiendo en una realidad.

A fin de llenar esos huecos, en esta página quisiera rendir hoy un minúsculo tributo a todos aquellos que de una manera u otra intervienen en la creación de un libro –el mío y todos los demás–, magníficos profesionales que casi siempre se mantienen anónimamente en la retaguardia, pero que constituyen los eslabones cruciales de esa cadena que ata la tarea solitaria de los escritores con los ojos de los lectores finales.

El proceso arranca con los editores (las editoras en mi caso), que confían en un proyecto cuando apenas es una chispa que aún no echa humo y me acompañan con afecto de hermanas en el proceso creativo. Y a partir de ahí intervienen todos los demás. Los correctores (las correctoras en mi caso) que con ojos limpios y certeros velan para que todas las letras y palabras sean exactamente las que deben ser. Los diseñadores que agudizan su talento para envolver el texto de la manera más hermosa posible. Los responsables de producción, que logran el milagro de hacer material lo virtual. Los especialistas en marketing, que se desviven para arropar a las historias con acciones tan certeras como atractivas. Los entusiastas encargados de prensa (las, en mi caso una vez más), que tienden su tela de araña sobre los medios. Los encargados de la red comercial, cuya labor no requiere explicaciones. Los libreros finalmente, o los empleados de la secciones de librería. Me sobra gratitud, me falta espacio. Va por ellos, no digo más.

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