Pelotas

Una de las cosas que se aprenden cuando viajas es acerca de los que te rodean cada día. Por muchas horas que pases trabajando, compartiendo mesa, cama o fiesta, nada supera una semana fuera, de viaje juntos, para desvelar nuevos matices de los que tienes más cerca.

Como les comentaba en la columna anterior, esta semana estoy deslocalizado de la oficina pasando unos días en Miami con parte del equipo del despacho. Intentamos hacerlo al menos dos veces al año, aunque hasta este viaje solía ser individual. Ahora aquí estamos con Alexandra y Cristina, y hoy hemos pasado medio día buscando pelotas de ­tenis.

Estamos en Miami con Alexandra y Cristina, y hoy hemos pasado medio día buscando pelotas de ­tenis

Sí, como lo leen. Resulta que Alexandra ha desarrollado una nueva afición a este deporte como parte de la transformación vital que ha potenciado su ya radiante sonrisa y personalidad. Y claro, cómo puede uno estar en Miami y no ir a buscar pelotas originales del US Open (¿?), mejor si son de la competición de este año (¿¿??) y ya lo más si tienen la firma de algún tenista (¿¿¿???).

No puedo decir que haya sido una sorpresa total ya que sabía que de vez en cuando Alex iba a clase de tenis, igual que su hijo, y que estaba mejorando su técnica a golpe de uniforme de Stella McCartney.

Lo que sí ha sido una sorpresa es que después de comer en Little Habana y pasear un poco por la calle 8 hemos cogido un Uber y hemos ido a la otra punta de la ciudad a buscar las pelotas. Decir que era algo que no se me habría ocurrido en la vida es ponerlo suave.

Pero la verdad es que es cuando haces estas cosas que te sorprendes de verdad, gelificas la amistad y descubres nuevas cosas. En el trayecto al campo y de vuelta al hotel hemos visto playas desiertas, fotografiado antiguas edificaciones deportivas abandonadas y obtenido nuevas perspectivas del inmenso puerto de mercancías de Miami. He estado veces aquí y nunca había visto esta cara de la ciudad.

Así que cuando viajen y les sugieran ir a por pelotas (o lo que sea), en lugar de poner cara rara, ofrezcan su cuenta de Uber para ir con ellos. No se arrepentirán.

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