Puesto de caza

–Puf, este puesto es fatal. Aquí no llega una perdiz viva, ya se las bajan todas los otros antes. Me parece que ya no les intereso. Se han olvidado de nosotros.

–No te quejes, ya llegarán las perdices, ya verás.

–Que te digo yo que no les interesamos, no les intereso. Se huelen que no voy a salir alcalde otra vez. Pero se van a fastidiar esos cabrones porque voy a sacar otra vez mayoría absoluta y si no me tratan bien tengo otros a la puerta que quieren hacer negocio en mi Ayuntamiento.

–Tú no te preocupes tanto de las perdices que matemos hoy y preocúpate de que no te cacen. Yo estoy seguro de que el cabrón de un juez me tiene pinchado el teléfono, y el tuyo seguro que también lo está. Nuestro amigo.

–Claro, no te fastidia. De eso ya me avisaron hace un año, ni se me ocurre hablar nada por teléfono. Hay algunos que se están dando una fiesta con nosotros.

–Y no veas como le gusta a la gente vernos entrando entre guardias esposados a la cárcel.

–Pues a mí no me van a pillar y pienso seguir en el machito, a mí no me jubilan del cargo ni me van a arruinar. Ya verás, cuando comamos, cuando nos pongan las copas y me esté fumando un purito les voy a cantar las cuarenta. Si no me tratan con respeto y no les intereso, que se metan sus cacerías por donde les quepa.

Cuando veo entrar en soto del real a gente como nosotros, es que me imagino yo ahí

–Venga, hombre. No vayas a aguar la fiesta a todos, primero comemos bien, nos tomamos unas buenas copas, un purito y..., las chicas. Ya verás, como no faltan. Además, aún te falta por cobrar algún plazo de estos, ¿no?

–Aún me deben una cantidad que hemos apalabrado, tienen que ingresármela en la cuenta que tengo allá.

–¿Dónde tienes la cuenta?

–Coño, donde la tienes tú. El caso es que pronto tendré que mover el dinero, ahora no estoy tranquilo. Nunca pensé que nos veríamos en esta situación, tener que preocuparse de verdad.

–Ya pasará, hay que aguantar una temporada. No te vengas abajo, que te veo muy preocupado.

–Coño, es que nos tratan como a delincuentes. Cuando veo entrar en Soto del Real a gente como nosotros, es que me imagino yo ahí.

–Bueno, a lo mejor algún delito hemos cometido, ¿no te parece? La semana pasada le oí decir a una señora en la calle: “Esos ladrones pijos son los peores, dan asco”.

–¿Y qué quieres decir? ¿Tú te das asco? Yo no me doy asco, me miro al espejo al afeitarme y allí estoy yo, como siempre. Yo no me voy a volver abajo, ya verán esos cabrones todos.

–Calla, atento, oigo el jaleo. ¡Vienen las perdices! ¡Prepárate!

–¡A estas les voy a dar yo munición! ¡Van a ver quien soy!

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