De repente, cambios

Mi época de estudiante fue breve. A los catorce años acabé bachillerato y me puse a trabajar. No me supo mal. Hacía poco que, en una visita a la Feria de Muestras de Barcelona con mis padres y unos bocadillos en la bolsa, en el pabellón de Canadá había descubierto con horror que la bandera canadiense que me hicieron memorizar había cambiado. La que yo estudié era roja, con la Union Jack en el ángulo superior más cercano al mástil. En cambio, la que ondeaba en el stand tenía tres franjas verticales: dos eran rojas, y la central, blanca y el doble de ancha que las otras. En medio, una hoja de arce también roja.

Hay países que cambian de nombre o de bandera sin ningún respeto hacia el personal

Me mosqueé sobremanera. Los del pabellón me dieron unos cuantos folletos, sobre Canadá en general y sobre su bandera en particular. Desde 1965 era la nueva enseña del país y estaban promocionándola por el mundo. Saltaba a la vista que era más bonita y armoniosa que la anterior, pero a mí aquel cambio me indignaba. ¿Para qué había memorizado yo la bandera canadiense? ¿Para que ahora me la cambiasen por otra?

¿De qué me servía todo lo estudiado si luego se lo iban a pasar por el forro? Si Canadá había cambiado su bandera, otros países podían hacer lo mismo. ¡Y vaya si lo hicieron! En las décadas siguientes muchos se dedicaron a modificarlas con total impunidad. Y no sólo las banderas: ¡también sus nombres! Conocía el caso de Tailandia, que se había llamado Siam hasta finales de los cuarenta, un cambio que hacía que a menudo me preguntase por qué, si Siam ya no se llamaba así, seguíamos hablando de “hermanos siameses” y no ya de “hermanos tailandeses”. Pero el lío se multiplicó: Pakistán Oriental pasó a ser Bangladesh, Ceilán se convirtió en Sri Lanka, Rodesia se esfumó para convertirse en Zimbabue, Dahomey hizo lo propio y pasó a llamarse Benín... Fue un no parar.

El último cambio fue hace tres semanas. El 19 de abril, el rey Mswati III de Suazilandia (la última monarquía absoluta de África), decretó que, para celebrar los cincuenta años de independencia, en adelante se llamarán Reino de eSwatini. El motivo alegado es que, en inglés, “Swaziland” se parece a “Switzerland” (Suiza) y muchos extranjeros se despistan. ¿Cómo no, si hay memos que confunden Austria con Australia, y viceversa? Lo que más me fascina es la e minúscula inicial, previa a la S mayúscula. Pasa como con eBay, eCommerce, eBook... ¡El Reino de eSwatini! He ahí una monarquía molona-molona.

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