La salsa de la vida

Las previsiones son que de aquí a cinco años ya habrá en el mercado coches sin conductor, esas maravillas que se desplazan mediante radar, lidar, GPS, visión computerizada y algunas técnicas más que se me escapan. Para que eso sea realidad, los fabricantes aceleran lo que hasta ahora ha sido una plácida investigación sin fechas límite. Si lo del 2020 va en serio, tienen que ponerse sin más dilación a probarlos fuera de los circuitos automovilísticos: en las vías publicas, mezclados con los coches convencionales.

En Alemania van a dar un paso histórico. Las autoridades permitirán que circulen coches sin conductor en un tramo de la autopista A-9. No es una autopista de esas por las que apenas circula ningún coche –y no quiero señalar–, sino una que siempre va llena. Une Munich y Berlín y empezaron a construirla en los años treinta del siglo pasado, como parte de la red de autopistas que diseñó el gobierno nazi. Según explica el ministro federal de Transporte e Infraestructuras Digitales, Alemania no quiere depender de la tecnología Google que impulsan en Estados Unidos: “Tenemos que conseguir soberanía digital, independiente de América y de Asia”.

EL GOBIERNO ALEMÁN PERMITIRÁ COCHES SIN CONDUCTOR EN UN TRAMO DE AUTOPISTA

¿Qué ventajas aporta un coche sin conductor? Muchas, pero la primera que se me ocurre es que, si te cansas de conducirlo o no te apetece ya de entrada, puedes sentarte cómodamente y echar una cabezadita, sin tener que estar pendiente de la ruta. Otra: si una noche sales por ahí y bebes demasiado, pues te pones a dormir la mona y, si la policía te detiene para hacerte la prueba de alcoholemia, señalas al auto y contestas: “Yo no conducía. Que sople él”.

El tramo de la A-9 alemana que inicialmente se abrirá a los vehículos sin conductor será el bávaro, con lo que igual un día de estos, si Pep Guardiola circula por ella, verá que le avanza un coche sin nadie dentro. La única duda que me despierta esta gran novedad es qué sucederá cuando haya un accidente. Los expertos dicen que –libres de los errores de los conductores humanos– esos coches no tendrán nunca ninguno, pero no acabo de creérmelo. Imagino a dos de ellos tras el choque, uno frente al otro, completamente en silencio y solucionando el papeleo por bluetooth. Añoraré aquellos “¿Estás ciego? ¿No ves por dónde vas?” y aquellos “¿Que no sé por dónde voy, cabrón? ¡Si me has salido por la izquierda!” y aquellos “¡A mí no me llames cabrón, imbécil de mierda!”.

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