‘Senderipia’

El discurso que leyó Félix de Azúa cuando entró en la Academia de la Lengua versó sobre la palabra serendipia, incorporada al diccionario de esa institución dos o tres años antes. Es un discurso. Ni siquiera parecía un discurso académico; no se podía decir de él mayor elogio, era un vagabundeo en toda regla.

Y Azúa habló de todos los hechos casuales que en su vida le llevaron desde Martín de Riquer, a quien Azúa sucedía en el sillón no sé cuántos, hasta Vargas Llosa, que respondió a su discurso con otro no menos evocador, fino y vago.

me gustaría que los artículos de este año fueran una cosa que recuerda otra

Uno de mis primeros trabajos de reportero, que compatibilizaba yo con unos estudios universitarios que no eran ni lo uno ni lo otro, porque entonces en aquella ciudad, Valladolid, ambas cosas eran difíciles de llevar a cabo, me llegó por casualidad. Se publicó en Pueblo, el periódico que me empleaba. Yo tenía veintiún años. Buscando con otro estudiante un piso de alquiler terminamos en una casa increíble. Su dueño la tenía llena de objetos encontrados que parecían otra cosa (un trozo de lava que era el retrato fidedigno de Winston Churchill, un canto rodado cuyas vetas dibujaban el mapa de España, con sus grandes ríos y los afluentes de estos, una lata de sardinas sobre la que había pasado una apisonadora dejándola en la caricatura de un bailaor flamenco que seguía siendo lata de sardinas...). Había allí cientos de aquellos objetos de todos los tamaños, procedencias, materiales, formas. Todos y cada uno, a pesar de su tosquedad o ingenuidad, te arrancaban una sonrisa. Algo parecido hizo Antonio Pérez, diletante de profesión, quien donó su colección de objetos encontrados a la ciudad de Cuenca, donde se exhibe en un museo. En ese caso había algo perverso. Pérez parece decirles a sus amigos Saura y compañía: vuestro arte abstracto lo hace cualquiera, pero no es mejor que el que yo me encuentro hecho en la calle, en la naturaleza, en la basura, cuando ando por ahí sin hacer nada.

A mí me gustaría que los artículos de este año que empieza fueran una cosa que recuerda a otra cosa, como objetos encontrados. Que practicaran el “humor honesto y vago” del que hablaba Pla, la senderipia o arte de buscar por caminos y senderos la feliz casualidad. Que no sean lo que parecen ni parezcan lo que no son. Todo el misterio.

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