'Sense por'

Entiendo que buena parte de ustedes den por supuesto que alguien que escribe artículos en esta revista debe saber hablar de todo, al menos de todo lo que nos afecta de una manera profunda. Yo confieso sin embargo humildemente que a veces me quedo sin palabras. Hago este texto cuando apenas han pasado tres días desde los atentados de Barcelona y Cambrils, y sé que estoy obligada a reflexionar sobre ellos. Pero no sé cómo hacerlo sin que lo que diga suene a una sarta de tópicos desgastados.

Y pienso en la Barcelona que amo, llena de luz y libertad, que resiste y sigue adelante

Las palabras, en efecto, pierden su pleno significado cuando las utilizamos en exceso, se ajan hasta volverse transparentes. ¿Qué debo entonces escribir para que estas líneas tengan algún sentido? No lo sé. Pienso en la pena de las familias y los amigos de quienes murieron y quienes aún sufren en algún hospital, y en cómo tendrán que vivir el resto de sus vidas con esa ausencia y con la incomprensión ante lo ocurrido. Pienso en el sentimiento de culpa que tal vez tendrán que soportar las familias y los amigos de quienes mataron –al menos, los que no sean como ellos– y en cuántas veces se preguntarán si no hubieran podido evitarlo.

Pero pienso también, discúlpenme, en quienes facilitaron que todo esto ocurra, aquel siniestro trío de las Azores, cuyos nombres ni siquiera me apetece mencionar, que decidieron que se podía invadir alegremente un país situado en una zona del mundo que era –y es– una verdadera bomba sin más consecuencias que las que a ellos les convenían. Y en todas las personas musulmanas pacíficas y decentes que están pagando y pagarán durante mucho tiempo, me temo, la absurda crueldad de algunos de sus correligionarios.

Pienso en esta maldición que nos acompaña a la especie humana desde nuestro origen, nuestro interminable empeño en sembrar violencia y muerte en nombre de patrias, reyes y dioses, mientras obedecemos ciegamente los intereses de los más astutos y los más despiadados. Y en si algún día los dioses, los de verdad, dejarán caer sobre nosotros una lluvia de serenidad y tolerancia que cambie definitivamente el mundo, o será al fin el diluvio de fuego del apocalipsis el que nos ponga en nuestro merecido lugar, la extinción y la nada.

Y pienso, cómo no, en esa ciudad que amo, la Barcelona llena de luz y de libertad, la que siempre resiste y sigue adelante. Sense por. Sin miedo. Y créanme que siento no saber decirlo mejor.

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