Será real

Hay muchos testimonios de época. Los buques que se cruzaban en la derrota Londres-Nueva York aminoraban su marcha en medio del Atlántico. “¿Qué sabéis de Nell? ¿Qué ha sido de ella?”, preguntaban los que regresaban a Inglaterra, ayudándose de las bocinas, de barco a barco. Nell era la protagonista de Tienda de antigüedades, que Charles Dickens estaba publicando por entregas. La pasión que esa novela había despertado en lectores de toda laya, marineros, artesanos, burgueses o lores del Almirantazgo, fue colosal. Sabemos cómo era la Inglaterra de Dickens: fábricas inhumanas, explotación infantil, ciudades inhóspitas, delincuencia, prostitución, jueces venales, nobleza despótica...

la realidad política española y catalana sigue una trama de folletón

Cuanto más increíble nos resulta la realidad, o más difícil de aceptar, más nos refugiamos en la ficción. Esa es acaso una de las razones por las que nos gustan tanto las series. Gracias a los adelantos técnicos podemos devorarlas además en sesiones maratonianas, todos los capítulos seguidos, sin tener que esperar como los marineros dickensianos la cadencia semanal. Muchos incluso preferimos esperar a que se hayan emitido todas las temporadas, como cuando en mi infancia, antes de que se estilase el no menos fabuloso adelanto de las pipas peladas, se pasaba uno una tarde aburrida de domingo pelando pipas y dejándolas en un montoncito aparte, para comerlas juntas de un atracón.

Seguramente existe ya un buen estudio que relacione las novelas por entregas y seriales radiofónicos y de televisión con los periodos de crisis. “Al menos en la ficción”, nos decimos con alivio, “las cosas tienen algún sentido”. El problema es cuando la realidad imita al arte. La realidad política española y catalana ha empezado una andadura de folletón. Cada semana parece más inverosímil que la anterior. La trama se complica. Como los guionistas además no son muy buenos (los Dickens no abundan), no sabemos si estamos en un sainete o en una tragedia. La expectación, no obstante, es máxima. Igual que con las series. Y la tentación de esperar a que todo haya concluido para enterarse del final, enorme. ¿Será feliz o desdichado? El único problema es que, a diferencia de Nell, somos mortales: lo que nos suceda... será real y nos hará felices o desdichados de veras.

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