Sigue el stop

“Sigue el dinero” es una de las frases más repetidas en las películas de gánsteres y políticos corruptos. Sigue el dinero, y sabrás quién o quiénes están detrás de los delitos. En España podríamos parafrasearlo así: “Sigue esa señal de stop”, y acabarás topándote, seguro, con un chanchullo. Hace unos meses este mismo Magazine publicó el trabajo de unos jóvenes que, bajo el nombre de Nación rotonda, estudiaba la corrupción canalizada a través del millón de rotondas absurdas e innecesarias que surgieron como setas en España durante el periodo que se conoce como “la burbuja inmobiliaria”.

Alguien se está forrando con esas malditas señales

Hace seis meses, mientras viajaba uno por La Mancha con el fin de escribir cierto reportaje sobre el Quijote, también para este mismo Magazine, nos perdimos en una de esas carreteras que van de ningún sitio a ninguna parte. Era una pista de tierra que cruzaba de lado a lado la llanura manchega. Confinaba esta con el infinito por los cuatro puntos cardinales. Ni siquiera el GPS tenía jurisdicción allí. Después de vagar una hora perdidos, sin hallar otra cosa que ventas y alquerías en ruinas ni hallar rastro de vida humana, nos cruzamos con otra pista de tierra que parecía cañada de cabras. Pero allí, en la intersección de las dos, había una flamante señal de stop, nueva, sarcástica, recién puesta como una gran burla al sentido común.

Hace dos meses, en tierras leonesas, hemos vuelto a tropezarnos con toda clase de señales absurdas, alarmantes, nuevecitas: stops para nadie, limitaciones de velocidad en caminos de montaña intransitados, letreros con el nombre de regatos secos... Hemos vuelto a ver señales y letreros parecidos en parajes perdidos de Extremadura, de Castilla, de Andalucía. En todos los casos parecían plantados, además, en el lugar donde más podían atentar contra el medio ambiente, zarpazos en parajes a menudo idílicos. No resulta difícil concluir: alguien se está forrando con esas malditas señales (la hipótesis de que se trata sólo de idiotas es poco convincente; al contrario, parecen obra de quienes se pasan de listos). Sigamos el stop y llegaremos a un alcalde, a un presidente de diputación, a otro de comunidad autónoma... ¿Qué pensarían los obreros que, obedeciendo órdenes, pusieron en esos no-lugares las señales absurdas? ¿Y qué votarían en las últimas elecciones? No sabemos cómo, pero todo empieza a cuadrar.

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