Sueño o pesadilla

Hace cien años, allá en el siglo pasado, 1995, nos invitaron a quince o veinte escritores españoles a visitar La Habana. En aquel momento, el régimen comunista tenía tres grandes ideales. Los ideales de un régimen comunista son inapelables. Aquellos tres ideales eran además tres grandes problemas: desayuno, comida y cena. La población no comía. Se pasaban la vida haciendo colas en economatos vacíos o en mercados adonde sólo llegaban casquerías pestilentes, manos de cerdo y unas achicorias buenas, decían, para las purgas. O sea, todo simbolismo. Claro que Dios aprieta pero no ahoga, porque la gente tampoco tenía dientes. No he visto tantas bocas desdentadas en ninguna otra parte del mundo, llamativas, para mí al menos, en tantas mujeres y hombres sobre todo jóvenes. La revolución pasó entonces de mamar de la teta del rublo a la del dólar, tras parasitar unos años la del bolívar.

no he visto tantas bocas desdentadas en ninguna otra parte del mundo como en cuba

Los escritores españoles de aquella expedición formamos dos grupos: a favor de Fidel (lo llamaban así, con familiaridad un tanto repulsiva y servil), y en contra de Castro. Entre los que estaban a favor los había de dos clases: los fanáticos (divididos a su vez en cínicos y siniestros) y los desengañados, como un escritor catalán. Había visitado la isla en los años sesenta con otros escritores, y el régimen les pagó el fervor con eufemismos: la prostitución se nacionalizó con el nombre de amor libre, y les metieron gratis las prostitutas en la cama. Ese hombre se pasó gimoteando quince días. Daba pena: “Pero Fidel ha hecho algunas cosas buenas por los cubanos”. Claro, y por los escritores e intelectuales de izquierdas en visita oficial...

“Desde luego que ha hecho algunas cosas buenas... morirse”, habría dicho Cabrera Infante. Recordó cada día que vivió a aquellos millones de exiliados cubanos, como él y su mujer, que esperaban en vano a que Castro muriera (incluso en su cama, como Franco), para poder morir donde nacieron, donde no se les dejó vivir. Los periódicos españoles han contado la noticia: “Ha muerto Fidel Castro, símbolo del sueño revolucionario”. ¿Por qué se le llama sueño a lo que ha sido una de las más sórdidas pesadillas del siglo XX? Este es un ejemplo más de cómo el blanqueo de la historia suele empezar escogiendo con mimo las palabras. Y del oportuno olvido al oportunismo hay sólo un paso. Como vemos también aquí.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...