Tarde de asueto

Estaba yo en el sofá, mirando la tele, y como por mucho que zapease nada me interesaba, decidí apagarla. Pero no tenía energía para levantarme y en el sofá se estaba la mar de bien, o sea que me dediqué a dejar vagar la mirada. En los pisos del edificio de enfrente no había demasiada actividad. Son pisos con muchos erasmus que cambian a menudo y, cada vez que entra alguien nuevo, vuelven a redecorarlos con trastos que compran en Ikea. Y con cajas de verduras pintadas de colores, que ahora son de lo más cool. No había demasiada actividad porque era media tarde, pero ríanse de las maravillas que veo ahí a veces, cuando llega la noche y montan cenas –y lo que surja– de lo más interesante, sobre todo en verano, porque abren las puertas de los balcones para que corra el fresquito y, además de la mesa donde cenan, tienes una perspectiva espléndida de las camas de los dormitorios.

Hasta ayer tenía el revistero a la derecha del carrito del televisor; ya no

A lo que íbamos. Como era media tarde y no pasaban nada interesante, me fijé en la sala donde estaba. Sobre el televisor, la escultura de un cuervo negro. A la izquierda, estanterías con libros y, en la pared de la derecha, un cuadro que hace tiempo que creo que debería sustituir por otro porque ya lo tengo muy visto. Si todavía no lo he hecho es porque me da pereza quitar alcayatas y tacos, enmasillarlo todo y volver a hacer nuevos agujeros a la distancia óptima para los cáncamos del nuevo cuadro que pondría.

Entonces me fijé en el revistero. Está a la derecha del carrito del televisor. Es de madera. Visto de lado forma una X, con las superficies superiores más largas que las de abajo, para alojar las revistas. ¿Cuánto tiempo hacía que no reparaba en él? Años. Me levanté y miré qué había. Un par de diarios deportivos de cuando Rijkaard aún entrenaba al Barça, un Vogue del 2006, un Casas de Campo del 2005, el famoso Elle del 2007 con Paz Vega en la portada, vestida (por decirlo de alguna manera) con cristales de Swaroski. Piezas arqueológicas que demuestran que desde el 2007 no hubo ninguna nueva incorporación. Las que quedaban encima tenían incluso una ligera capa de polvo. ¿Qué sentido tienen los revisteros hoy en día? Si compras revistas, todo el sentido del mundo, pero, si no, ninguno. Ni para dejar las tablets sirven, porque las tablets las llevas contigo a todas partes. De modo que desmonté el revistero y tiré las revistas. Sólo me guardé el Elle con Paz Vega en la portada. De ese no pienso deshacerme nunca.

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