Todo un hombre

Supongo que habrán visto ustedes las imágenes de Alejandro Sanz interrumpiendo un concierto en México para enfrentarse a un tipo que acosaba a una mujer. O habrán leído sobre Miguel Ángel, el conductor de un autobús de Madrid agredido por defender a las pasajeras a las que unos canallas estaban atacando. El uno y el otro han dado un ejemplo de lo que debería ser el comportamiento de un verdadero hombre. Es más, de cualquier ser humano que se precie.

Lamentablemente, no siempre es así. Por el contrario, siguen siendo demasiadas las personas que no se sienten implicadas cuando ven a un hombre agrediendo a una mujer. Demasiados los vecinos de uno y otro sexo que se hacen los tontos cuando suenan golpes y gritos, los compañeros de trabajo que desvían la mirada de los constantes moratones de la compañera, ajenos a lo que consideran un problema exclusivamente personal.

Siguen siendo demasiadas las personas que no se sienten implicadas en el maltrato

Y son demasiados los amigos y familiares que no creen a la mujer que, al fin, se atreve a susurrar que su novio o su marido la maltrata, a la que un día ha asumido su vergüenza, se ha tragado el miedo y se ha decidido a denunciar. “¿Fulanito maltratador...? ¡Pero si es un tío fantástico! ¡Menuda sinvergüenza la tipa esa que quiere hundirle la vida con una denuncia falsa!”. Todos hemos oído cosas así en nuestro entorno. El persistente y mentiroso rumor sobre el gran número de denuncias falsas, que convierte a las denunciantes en unas canallas, como las pobres mujeres violadas del pasado que, cuando acusaban al violador, eran torturadas por la justicia para demostrar que no estaban mintiendo.

Sí, los maltratadores existen, y a veces son hombres muy cercanos a nosotros, tipos encantadores que nos caen genial o a los que incluso queremos. Y el hecho de denunciarlos y echarles en cara su culpa es obligación de todos. También de los hombres, que suelen evitar toda responsabilidad diciendo simplemente: “A mí no me miréis. Yo no soy de esos”. Seguro que A. Sanz y el conductor del autobús tampoco lo son. Pero ellos tuvieron la valentía de dar la cara. Si todos actuasen así, si todos señalasen con el dedo al colega maltratador y le llamasen sinvergüenza a él y no a ella por denunciarle, si todos los hombres del mundo gritasen a voz en cuello que ser maltratador es ser muy poco hombre, estoy segura de que el terrorismo de género descendería de manera espectacular.

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