Todos mienten

Seguro que recuerdan al doctor House casi con la misma nitidez que a su propio médico de cabecera. Era controvertido, prepotente, cínico, ególatra, indomable, drogodependiente, déspota, grosero y cojo. Rozaba lo antisocial, carecía de empatía con el resto de los humanos y desconocía el significado de palabras como compasión, emoción o ternura. Y aun así, nos ­arrebataba.

Igual también nos están engañando, y no necesitamos al gobierno para nada

A lo largo de ocho temporadas –entre el 2004 y el 2012– House nos fascinó con su chulería y su mala leche; episodio tras episodio, discurriendo por pasillos, quirófanos y habitaciones de hospital apoyado en un bastón, nos mantuvo pegados al sofá como con Super-Glue. Esa extravagante intuición contraria a la ortodoxia con la que lograba resolver los casos in extremis, sus salidas de pata de banco, su afilada inteligencia: todo nos seducía de él.

A pesar de sus procedimientos desconcertantes, House tenía una máxima férrea: todos mienten. Por principio, porque sí. De hecho, este fue el título del capítulo piloto. Y el del libro que –a raíz del éxito– se publicó después. Según él, mentían los pacientes y sus familias, mentían las pruebas convencionales, mentía el sistema sanitario, mentían sus colegas según le interesaba a cada cual… A juzgar por lo acertado de sus diagnósticos, no le faltaba razón.

Por esto precisamente, por su actitud frente a la mentira, lo he recordado estos días, al leer una vez más que llevamos años siendo víctimas de un engaño atroz. La noticia ha aparecido entre otras tantas inocuas novedades de actualidad en este extraño verano de desgobierno. Ahora resulta que no hay por qué beber dos litros de agua diarios. Que no hay evidencia científica alguna. Que lo natural y lo sensato es consumirla simplemente cuando tengamos sed. Que todo es un falso mito, un bulo: los intereses de una poderosa industria que sólo pretende vender.

Y a mí, que bebo agua sólo a la fuerza como si fuera un purgante y que prefiero mil veces una buena copa de vino a un vaso de Font Vella o de Lanjarón, se me ha llenado el cuerpo de alegría.

Igual con el gobierno nos pasa lo mismo, pienso. Igual también nos están engañando, y no lo necesitamos para nada. Lo mismo hay otras soluciones más eficaces, más prácticas y resolutivas por estrafalarias que suenen en principio. Ojalá regresara el doctor House, siempre a contracorriente con su mirada sarcástica y brillante, para arrojarnos un poco de luz.

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