El traje nuevo del presidente

–¿Sabes que os noto a todos distintos? Estuve de viaje quince días, vuelvo y es como si el país estuviese ligeramente distinto.

–¿A qué te refieres? Ah, ya sé, lo dices por el nuevo Gobierno. Claro, no estuviste esos días atrás…

–Os noto como aliviados... A todos, a unos y a otras, de derechas y de izquierdas. Cuando marché dejé un país agobiado. Yo mismo me sentía así, y ahora parece que se respira.

–Sí, pero se sigue discutiendo. Porque hay cosas intolerables en democracia…

–Ya, pero aun así discutís de otra manera. Lo noté en el trabajo.

¿Quién hace aquí lo que hacía el sastre del cuento engañando a todos?

–Pues cómo influye en nuestras vidas quien gobierna. No me refiero a que haga esta u otra política sino a cómo nos sentimos. Un gobierno puede hacer como si se contaminase el aire que nos envuelve.

–Eso es porque les dejamos. El que llegó estará ahora hinchándose, sintiéndose pletórico, lleno de poder, pero, por lo mismo, puedes imaginar al que se fue. No quiero imaginar la depresión que debe de tener el que marcha.

–Al final son tan poca cosa como cualquiera de nosotros. Pero los ves hablando en la tele e imaginas que son seres superiores. Y lo son, porque tienen poder.

–Pero ese poder se lo damos nosotros. Si se envanecen, es porque creen que ese poder es suyo, ellos se lo quedan.

–Porque pueden. Porque tienen medios de comunicación para hacernos creer eso, porque los blindan. Ahora que marcha uno, sabremos cosas suyas que no nos contaban antes, ya verás. Antes lo veíamos vestido con ropajes de mucho tronío; ya verás ahora, lo veremos desnudo.

–Ha, ha. Pues es como el cuento de aquella niña que era la única que veía que el emperador iba desnudo. Cuando todos los adultos creían ver que el emperador iba vestido con ropas imaginarias.

–¿Pero quién hace aquí lo que hacía el sastre del cuento, engañar a todos haciendo ver que vestía al rey con unos ropajes imaginarios? Los periódicos, las televisiones, las radios... Si quien nos gobernaba era un hombre vulgar como cualquiera, con los defectos y las limitaciones que tenía, y ahora son evidentes, y nosotros nos lo creíamos, es que somos gilipollas.

–Bueno, no lo creíamos del todo. Veíamos al ser humano y todos veíamos lo mismo, pero la realidad del poder es tan fuerte que nos decíamos: “No puede ser lo que veo y oigo. Debe de haber algo más que yo no percibo”. Más que creerlo aceptamos la realidad que nos imponen.

–Pero es lo que dices tú del cuento del emperador desnudo. Que nos toman el pelo, nos cuentan cuentos.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...