Tristes comparaciones

Por una serie de coyunturas imprevistas que en las que se mezclaban un cambiante plan de estudios y mis propios vaivenes vitales, poco antes de dejar mi profesión académica me surgió la oportunidad de impartir una asignatura nueva: Registros de la Lengua en Inglés, destinada a futuros traductores. No era del todo mi especialidad, pero la materia rozaba mi ámbito tangencialmente, me pareció atractiva y carecía de un programa estricto, por lo que se me permitiría diseñarla ese año a mi manera. Así que me lancé a trabajar.

Brillantes piezas de oratoria que he recordado al hilo de la actualidad

Aunque no he logrado encontrar el syllabus, recuerdo que dedicamos una atención considerable al lenguaje político. Y para ello incorporé a mis clases unos cuantos vídeos que dejaron a mis jóvenes alumnos con las bocas abiertas. Se trataba de algunos de los discursos clásicos que han marcado el devenir del siglo XX y el arranque del XXI, desde el legendario “I have a dream” de Martin Luther King en favor de los derechos civiles, al “Ich bin ein Berliner” que J.F. Kennedy pronunció en solidaridad con los berlineses en plena guerra fría, o “The audacity of hope”, ese magistral alegato que catapultó a Barack Obama a la antesala de la carrera presidencial. Resumiendo: un puñado de brillantísimas piezas de oratoria; discursos inspiradores, persuasivos, elocuentes, convincentes, efectivos, poderosos y magnéticos, en los que el impecable uso de los mecanismos de la retórica se entrevera con el compromiso personal, la humildad, la determinación, el lirismo, la grandeza de miras, la compasión o la épica.

He estado recordando esta vieja asignatura al hilo de las muchas horas de televisión y radio que me he tragado en los últimos días, escuchando la intervenciones públicas de estos aspirantes patrios que nos han caído en suerte como postulantes para regir nuestro confuso destino.

Vale que los protagonistas de mi curso eran personajes icónicos con lugar propio en la historia y no meros candidatos recién salidos del cascarón; vale que el activismo y la política norteamericana juegan en una liga distinta a la nuestra; vale que detrás de los líderes estadounidenses hay monumentales equipos de asesores y speechwriters. Pero, con todo.

Menos mal que esta columna está limitada a 400 palabras, así no tengo más remedio que cortar aquí y dejarme al margen las conclusiones de mi triste análisis comparativo.

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