Una escritor en Facebook

Mi querida tía Nieves solía decir esta frase, tan de persona sabia: “No escupas para arriba, no te vaya a caer en la cara”. Pues bien, hace unas semanas escribí aquí un artículo echando pestes de las redes sociales y asegurando que jamás participaría de eso. Y ahora debo confesar que un proyecto profesional un tanto particular me ha obligado a darme de alta en esas cosas de las que renegaba, Facebook, Twitter y demás.

Resulta que en esa red es imposible darse de alta en una profesión en femenino

Así que ya estoy en Facebook, en una de sus páginas especiales para personas conocidas. Pero no como escritora. Resulta que en esa red es imposible darse de alta en una profesión en femenino. Salvo en la de bailarina: quien ha diseñado el desplegable en el que las personas con un perfil público nos tenemos que registrar, sólo ha puesto el femenino en esa actividad. Las demás mujeres estamos obligadas a ser “escritor”, “músico” o “presentador de televisión”. Al final he optado por aparecer como “libro”, que me parece que queda menos raro (?) que “escritor”.

Estas cosas solían ocurrir antes: yo me he pasado la vida corrigiendo con mi boli decenas de formularios –de las administraciones, de los bancos, de empresas privadas– en los que sólo aparecía la posibilidad de ser señor, Sr... Igual que me he pasado la vida, cuando llamo por teléfono a algún sitio y me preguntan de parte de quién, diciendo: “Soy Ángeles Caso”. Porque si respondo: “De parte de Ángeles Caso”, suelo convertirme en la secretaria de un señor llamado “Don Ángel Escaso”. Tiene gracia, desde luego, pero es una prueba más de cómo las mujeres seguimos pesando menos de lo que deberíamos en un montón de actividades.

Mi amiga Y., propietaria de un bar, me cuenta que a ella, cada vez que llega un proveedor nuevo, le pregunta por el dueño. Y cada una de ustedes, las mujeres que me estén leyendo, tendrán decenas de anécdotas semejantes, a las que muchas veces ni siquiera damos importancia. Son los llamados micromachismos, tan incrustados en la sociedad que pasan desapercibidos. Lo curioso es que, mientras muchas instituciones ya se han dado cuenta de que además de Srs., también hay Sras., algo tan moderno como Facebook nos obligue a las mujeres con una profesión conocida a figurar como si fuéramos hombretones con bigote. Pues no, señoras –y señores– de Facebook, yo no soy escritor. Ni libro. Soy escritora. ¡Y a mucha ­honra!

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