Vergüencitas

Hace medio siglo, Suecia exportaba pornografía. En 1965, Berth Milton fundó Private, la primera revista hardcore a todo color del mundo. A los jóvenes de ahora no les sonará de nada, pero para los de entonces se convirtió en un mito. En pleno franquismo, en España la pornografía estaba prohibida y en el resto de Europa ninguna revista era tan espectacular como esa. Por eso, cuando alguien viajaba a Escandinavia –con el Interrail, por ejemplo–, el souvenir más apreciado era un ejemplar de Private que, antes de cruzar la frontera de regreso a casa, convenía esconder entre la ropa. Preferentemente la sucia, que a los polis de aduanas les daba más reparo tocar. Tan valorado estaba el porno escandinavo que, durante los setenta y los ochenta, en los sexshops de Nueva York siempre había un rinconcito con el rótulo “Swedish Erotica”.

Suecia no para de exportar tendencias con conciencia sostenible

Cincuenta años más tarde, Suecia exporta tendencias-con-conciencia-medioambiental. La más conocida es la que llaman flygskam (vergüenza de volar), que propone dejar de usar aviones y, siempre que sea posible, viajar en tren, que es un medio de transporte mucho menos nocivo para el medio ambiente. No es porque sí que la sueca Greta Thunberg fue a Nueva York, a la cumbre de la ONU, en un yate superchulo del Yatch Club de Mónaco.

Pero como una vergüenza no parece suficiente, ahora Suecia exporta también la köpskam, la vergüenza de comprar. Según la ONU, la industria de la moda es responsable del 10% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, una irresponsabilidad ecológica inadmisible, dicen. La köpskam consiste en reducir la compra de ropa por el alto coste medioambiental que supone adquirir constantemente piezas de ropa que la gente se pone durante una temporada para, luego, tirarlas a fin de dejar espacio en el armario para comprar otras nuevas que, al cabo de otra temporada, también tirará a fin de dejar espacio para comprar otras nuevas. El cuento de nunca acabar. También pasa a estar mal visto presumir en las redes sociales de las últimas piezas que te has comprado. Con lo que, ¿para qué te vas a comprar tanta ropa cada año si luego no vas a poder lucirla en Instagram? De forma indefectible, de esas tendencias se hablará durante una temporada o dos, y luego se olvidarán a fin de dejar espacio, en el armario de las tendencias chupiguays, a la siguiente, que llegará en el momento más impensado.

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