La vida buena

“A lo que usted dice con razón que ‘cada cual debe dar a su propia vida una importancia infinita’ llamamos los viejos krausistas ‘el deber que cada cual tiene de hacer de su propia vida una obra de arte’”. Se lo escribe don Manuel Bartolomé Cossío a Gregorio Marañón en una carta. Cuando lo escribió todo el mundo tenía una idea más o menos aproximada de lo que era una obra de arte, pero hoy día, tal y como se han puesto las cosas, no estoy seguro de que pudiéramos suscribirlo. De hecho el noventainueve por ciento de las que pasan por obras de arte son churros de dos perras. Pero sabemos a qué se refería Cossío: la suma de verdad y belleza da como resultado la bondad. ¿Y en qué se traducía esto, cómo modificaba la vida corriente? En el cultivo de un puñado de virtudes personales, civiles, políticas: el aseo personal, el cuidado y guarda de los bienes comunes y el respeto a las ideas y sentimientos de los demás así como la defensa cerrada de los principios de la Ilustración: nadie es más que nadie.

Cossío y Giner enseñaban a los más chicos la diferencia entre ir a más o ir a menos

Por esa razón Cossío y Giner, su maestro, fundadores de la Institución Libre de Enseñanza, pusieron el mayor empeño en la instrucción de los más chicos e indefensos, a quienes enseñaban, en primer lugar, la diferencia entre la vida buena y la buena vida, entre ir a más o ir a menos, entre lo importante y lo superfluo. Frente al adoctrinamiento, la persuasión y el discernir perpetuo. Fueron los primeros pedagogos modernos. Curas y frailes, hasta entonces monopolistas de la enseñanza, los combatieron con todo, incluido, cuando pudieron, un golpe de Estado.

En Las armas y las letras se reproducen algunas fotos tenebrosas de niños de corta edad desfilando puño en alto o saludando brazo en alto en los años más tristes de la historia de España. Durante el franquismo, antes de entrar en clase, se hacía formar a los alumnos de los colegios públicos y cantar el Cara al sol y dar, al final, los “una, grande y libre” de rigor. Creía uno que aquellos tiempos siniestros no volverían. Han vuelto. Los periódicos han reproducido algunas fotos de niños en labores de agitprop. Sus padres y maestros les han prometido una buena vida, de diseño, acaso porque están ellos muy lejos de conseguir para sí mismos una vida buena, una verdadera obra de arte.

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