Viva el agua de grifo

La Junta de Andalucía ha aprobado el anteproyecto de la ley para la Promoción de una Vida Activa y una Alimentación Equilibrada. Nombre largo, pero con sentido. La norma afectará a centros educativos, bares y restaurantes. Sobre todo, a centros educativos, que deberán dar a los niños “menús saludables y equilibrados”. Hay que reducir el aporte calórico excesivo y no darles alimentos o bebidas con alto contenido en sal, azúcares añadidos o ácidos grasos saturados. Se exigirá a las empresas de vending que, además de sus productos, ofrezcan agua gratuita, bien sea a través de sus máquinas o junto a ellas. El consejero de Salud explica que el objetivo es combatir el sobrepeso (por no llamarlo obesidad) que afecta a buena parte de la población. Por su parte, bares y restaurantes deberán regular el tamaño de las raciones para adaptarlas “a la composición de las unidades familiares”. No lo entiendo, porque si una “unidad familiar” (supongo que quieren decir “afamilia”) va a un bar, pide lo que le parece según su sano juicio. ¿O consideran que las “unidades familiares” están formadas por insensatos?

en andalucía, bares y Restaurantes tendrán que servir agua fresca y gratuita

La novedad que ha sorprendido es que, desde el momento en que la ley entre en vigor, bares y restaurantes estarán obligados a servir a sus clientes un recipiente “con agua fresca y vasos” de forma gratuita. Pues es un avance. Viajas por el mundo y en muchos países, cuando te adjudican una mesa, lo primero que hacen es ponerte una jarra de agua fresca –con cubitos y en algunos casos una rodaja de limón– y un vaso por persona. Gratis, evidentemente. En Francia, en Gran Bretaña, en Estados Unidos, en el Sudeste Asiático, en el África índica... Cuando un servidor era joven y viajaba, en Vietnam y en Kenia me sorprendió ver que esa fuese su forma de darte la bienvenida, porque en Barcelona, que es donde vivía, era impensable. En Barcelona, si pides una jarra de agua, te miran como a un bicho raro y es probable que te digan que no. La excusa es que el agua de grifo tiene mal sabor. Pero no es cierto. Quizá treinta años atrás lo tuviese, pero ahora no. Hay aguas embotelladas con un gusto atroz y la gente las consume sin ningún problema. Se trata de que pagues un pastón por botellines de agua (en muchos lugares no sirven botellas de litro porque lo consideran “poco elegante”). De forma que, sumando el precio de los botellines consumidos, a la que te despistas te sale más cara el agua que una botella de Château Lafite Rothschild.

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