De vuelta

Hace un año y muy escasos meses, dediqué esta misma página a Natalia. Nos dejaba, volvía a Ucrania con los suyos después de unos años entre nosotros. Atrás quedaban los sueños rotos de una familia entera: llegaron a España jóvenes e ilusionados en busca de oportunidades y al final, desesperanzados por la crisis, sin haber cumplido sus metas y sin saber a ciencia cierta si hacían o no lo correcto, decidieron regresar.

No nos extrañó recibir una llamada desde Ucrania hace un par de semanas

Lo que ha ocurrido a lo largo de este tiempo en su país lo sabemos todos. Por eso no nos extrañó recibir una llamada suya hace un par de semanas. Volvían. Con lo puesto, prácticamente, y con sus dos hijos: el pequeño que había nacido aquí y nunca quiso irse, y el mayor, que sólo estuvo de paso.

Aún están un poco en precario, pero el exjefe de su marido ha vuelto a contratarle, y ella empezará a ayudarnos en casa otra vez. El chico mayor ya ha entrado en el instituto, el pequeño va a ir a un colegio de primaria cercano. Y los dos, como ya hacían antes, asistirán los sábados por la mañana a la escuela ucraniana, a fin de no desenraizarse en demasía. Por lo que pueda pasar.

Ayer, con esa exquisita educación suya, Natalia me pidió permiso para interrumpirme mientras yo tecleaba encerrada en mi estudio. Venía con un papel en la mano. ¿Puedo hacerle una pregunta? Cómo no, respondí. El papel era el horario de su hijo, en cuarto de secundaria. No entendía qué significaban algunas siglas y algunas contracciones en los nombres de las asignaturas. Se las fui aclarando. Llegamos entonces a un bloque de optativas, me preguntó por su contenido. Electrónica era una. Algo vinculado a la administración la segunda, si no recuerdo mal. A continuación estaba Cultura Clásica. ¿Qué es? Todavía se lo estaba explicando cuando me interrumpió. Eso le va a gustar, dijo seria. Días antes nos había dicho que era muy bueno en matemáticas, física y química. ¿Seguro?, pregunté sorprendida. Asintió con la más absoluta convicción. Segurísimo.

Me quedé pensando mientras cada una regresaba a sus quehaceres. A un país donde las humanidades cotizan menos que las acciones de Gowex, donde las lenguas clásicas se ven como cosas de raritos y su docencia tardará poco en extinguirse, acaba de llegar un chaval ucraniano ansioso por sumergirse en los asuntos de la antigua Grecia y la antigua Roma. Ojalá los dioses le colmen de bienes. Ojalá sea feliz.

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