Vuelta a Islandia

Les escribo estas líneas en el autocar que me lleva del aeropuerto de Keflavik a Reikiavik, capital islandesa en la que me esfuerzo por pasar los primeros días de cada año. El tiempo acompaña; la compañía, también, y la agenda de actividades, casi vacía, promete días de desconexión y de buen rollo.

En este rincón del Magazine les he hablado de Islandia de forma repetida a lo largo de los años. Mi para nada disimulada admiración por el país no ha hecho más que crecer con los años. Lo que empezó como una curiosidad por descubrir los parajes que inspiraban a mi cantante favorita (Björk), mi postre predilecto (skyr), mi artista de cabecera (Olafur Eliasson) y mi aerolínea de capricho (Icelandair) se ha convertido en una profunda devoción hacia este pequeño y orgulloso país que pasó de ser un paraíso a un estigma y de nuevo a un modelo de lo mejor que nos da la contemporaneidad.

La primera vez que estuve, en el 2006, era época de ovejas (hay pocas vacas) gordas. El país estaba orgulloso de su continencia en las pasadas décadas, y su maravilloso entorno sólo quedaba estropeado por los cochazos que paseaban por las tranquilas calles de la capital. Al volante, una clase social que apareció y desapareció con la misma velocidad. ­Especuladores, timadores y oportunistas que se aprovechaban de una moneda fuerte y de un sistema que confiaba en exceso en lo que hacían sus ciudadanos.

Al llegar la crisis, Islandia fue culpada de todo. Casi en bancarrota, fue cabecera de informativos, portada de documentales y caso de estudio para todos aquellos que buscaban un paisaje bucólico como escenario del crimen económico que hundió al país. Tras esta humillación pública, el país entró en una especie de penumbra que duró hasta hace menos de un año, cuando pudo afirmar de forma orgullosa que había hecho los deberes y volvía a ser un Estado solvente.

He tenido la ocasión de ver Islandia en momentos buenos y no tan buenos. Por eso, les recomiendo encarecidamente una visita y, sobre todo, una conversación con ellos en cualquier kaffitar.

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