Vuestro derecho a decirlo

A César Strawberry le acaba de caer un año de cárcel por escribir fanfarronadas en las redes sociales. Strawberry es el líder de Deaf con Dos, un grupo de rap punk metal caracterizado por la crítica social y política de sus letras. Hace algunos años, Strawberry escribió seis tuits en los que hacía humor con el terrorismo. Meses atrás, la Audiencia Nacional le absolvió del delito de enaltecimiento del terrorismo, pero la Fiscalía recurrió ante el Supremo, que finalmente le ha condenado.

La persecución contra Strawberry se ha unido en el tiempo a otras dos: la del concejal de Ahora Madrid Guillermo Zapata, por razones muy parecidas, y la de los titiriteros del grupo Títeres desde Abajo, que llegaron a estar detenidos porque sus muñecos malvados se comportaban como tales, es decir, como muñecos malvados. La causa de los segundos fue archivada por la Audiencia Nacional, que también absolvió a Zapata, pese a la presión por parte de algunos magistrados conservadores y de ciertos fiscales.

algo está pasando con la libertad de expresión en españa en estos últimos años

Algo está pasando con la libertad de expresión en España en estos últimos años de gobierno del PP. Los sectores más reaccionarios del partido, secundados por algunos periodistas, jueces y fiscales, han decidido que hay cosas sobre las que es mejor no hablar, salvo que lo que digas coincida con sus propias opiniones. Son los hermanos menores de ese Trump que considera que los periodistas están “entre los seres humanos más deshonestos”, supongo que porque no le dan la razón ni dicen maravillas de él.

Ahí están las persecuciones judiciales contra personas que puede que escriban tonterías y que hagan humor de mal gusto, pero que, por lo demás, están usando su derecho a expresarse libremente. Y otras muchas maneras de presión más sutiles y menos visibles, pero igualmente prácticas: periodistas y colaboradores que pierden su trabajo (y no sólo en medios afines al PP), músicos a los que no contratan los ayuntamientos o intelectuales vigilados de cerca. Al final, el sistema se pliega ante el poder y se somete al miedo.

Soy la primera a quien no le gustan los chistes desagradables y que rechaza, por supuesto, los insultos y las humillaciones. Pero en estos momentos hago mía la famosa frase que se le atribuye al gran Voltaire (aunque parece que nunca llegó a pronunciarla de verdad): “Desapruebo lo que decís, pero pelearía hasta la muerte por vuestro derecho a decirlo”.

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