Científica con premio

La aguja del pajar: Eva Pellicer

Horizontal

Su proyecto de investigación, titulado Materiales nanoporosos avanzados para la producción eficiente de hidrógeno, ha valido a Eva Pellicer, de 37 años, ser una de las 15 seleccionadas entre 230 mujeres de todo el mundo para recibir una becas del programa L'Oréal-Unesco For Women in Science que premian a jóvenes científicas de los cinco continentes. El reconocimiento es especialmente importante en este caso, porque en los 17 años que este lleva en funcionamiento, es la cuarta española que lo obtiene. Pellicer, nacida en Oliana (Lleida), se doctoró en Química en el 2005 y trabaja como investigadora con una beca Ramón y Cajal en el departamento de Física de la Universitat Autònoma de Barcelona.

La investigación por la que ha sido premiada se centra en crear una alternativa verde a los combustibles fósiles tradicionales para superar así la dependencia del petróleo. En concreto, trabaja sobre la síntesis de espumas metálicas con tamaño de poro nanométrico, que podrán funcionar como excelentes catalizadores para producir hidrógeno.

¿Puede traducirlo a un lenguaje comprensible para los profanos?

El objetivo final, y mi sueño, es cambiar el modelo energético actual para hacerlo más sostenible con materiales metálicos nanoporosos con una arquitectura y composición química novedosas. En definitiva, encontrar una nueva tecnología que haga posible extraer hidrógeno del agua y conseguir que este sustituya al petróleo.

Un proyecto ambicioso.

Yo sé que no cambiaré el modelo energético sólo con mis hallazgos, pero hay muchas otras personas en el mundo que trabajan en cosas relacionadas con esta, y puede ser que entre todos lo consigamos. Muchas veces es gente cuyos estudios conoces, pero en otros casos, ni siquiera sabes que están haciendo algo similar o complementario de lo tuyo, pero acabas enterándote a través de publicaciones o de otros científicos.

A eso dedicará los 30.000 euros que ha recibido: 15.000 al ser seleccionada entre las candidatas españolas y otros tantos por su beca internacional.

Sí, el dinero sirve para desarrollar un proyecto a lo largo de un año. Aunque, por supuesto, no parto de cero, ya hace tiempo que voy trabajando en algunos aspectos, como la síntesis de determinados elementos. De hecho, la beca te la dan porque consideran que tus investigaciones son lo suficientemente interesantes.

Existe la idea de que un científico es un ser solitario encerrado en un laboratorio y obsesionado con sus investigaciones.

No es del todo cierto, es preferible trabajar en equipo. En ciencia se dice que dos investigadores nunca son uno más uno, el efecto del trabajo compartido es multiplicador.

Las investigaciones no siempre llegan a dar resultados positivos.

Incluso aunque los obtengas, podrían no llegar a materializarse nunca. Y si lo hacen, cuesta muchísimo tiempo y esfuerzo que unos resultados obtenidos en el laboratorio acaben convirtiéndose en algo útil para la vida de las personas.

¿No resulta frustrante?

A veces sí, porque te pasas días y semanas en que todo te sale mal, en los que tienes la impresión de haberte estancado y, de pronto, todo encaja y obtienes frutos. Si tienes curiosidad, siempre acabas superando los obstáculos.

Hay que insistir.

Creo que una de las cualidades imprescindibles para un científico, por lo menos para obtener resultados, es la perseverancia. La detecto en todos lo que han llegado lejos. Cuando empiezas una investigación, tratas de escoger dos o tres materiales sobre los que trabajar, no más. E incluso así, los hallazgos son muy difíciles. Siempre hay algún factor sorpresa, algo inesperado que a veces es negativo y otras, distinto de lo que esperabas encontrar, pero puede que incluso mejor.

¿Es la cualidad más importante en un investigador?

Sí, pero tampoco hay que acoquinarse frente a los fracasos. En los encuentros con otras científicas con motivo de la entrega de los premios en la Sorbona de París, conocí a la laureada británica, Carol Robinson. Me explicó que había formulado una teoría y la comunidad científica se le había puesto en contra asegurando que era imposible lo que proponía. Ella siguió insistiendo en que era correcta porque creía en ello y finalmente consiguió demostrar que funcionaba.

Usted ha tenido que superar otras dificultades que no están relacionadas con su trabajo.

A los 16 años me diagnosticaron una artritis reumatoide crónica y tuve que abandonar la guitarra clásica, que estudiaba desde los 8 años. Quería ser concertista, pero tuve que abandonar ese sueño.

Y cambió el arte por la ciencia.

El doctor que me trataba me animó a ser científica. “Si esto de la investigación es lo que te gusta, pon todo tu ímpetu en ello e intenta ser la mejor en tu campo”, me dijo. Y le hice caso.

No son buenos tiempos para los científicos españoles, ¿se ven en dificultades semejantes los de otros países?

Depende de con quién te compares. Hablando con las investigadoras de Estados Unidos o las de Canadá con las que coincidí en la entrega de los premios, puede darte la impresión de que estamos a mucha distancia. Pero respecto a las que había de países poco desarrollados casi somos unas privilegiadas.

¿Dónde están peor?

Una becada libanesa nos contaba que, al margen de los muchos condicionantes sociales por el hecho de ser mujeres, tienen otras dificultades, como por ejemplo, la escasez de medios, o que todos los días corten la electricidad durante tres horas. Sólo eso ya te complica la vida y el trabajo infinitamente. Pero también me ha sorprendido el machismo que hay en países avanzados como Japón, o Suiza, donde las científicas suelen dejar sus trabajos para cuidar a sus hijos. No me lo esperaba.

Es decir, que sigue teniendo sentido que L’Oréal y la Unesco premien a mujeres científicas por sus trabajos de investigación.

Preferiría que esas becas no tuvieran razón de ser, pero por desgracia no es así, porque aún estamos en inferioridad de condiciones respecto a los investigadores. Es necesaria la discriminación positiva. Actualmente en España, si un hombre y una mujer con los mismos méritos, estudios y currículum se presentan a la misma plaza, lo más plausible es que se la den al hombre, sobre todo si consideran que la mujer está en una edad en la que pueda plantearse la maternidad. Además, en los comités seleccionadores suele haber más hombres que mujeres.

¿Para ser un buen científico también hay que ser algo obsesivo?

Soy consciente de que el mío es un trabajo muy vocacional, muchas semanas trabajo los siete días, y si no he podido contestar un correo o hacer alguna cosa que tenía pendiente, incluso tengo mala conciencia. Pero lo hago con mucho gusto y no me importa dedicarle tantas horas, aunque sigo teniendo mis hobbies, especialmente la música y la lectura.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...