“Que la muerte me halle con un vodka frío”

Boris Izaguirre

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Ha vivido infinidad de situaciones en las que se ha quedado sin palabras. Una de ellas, quizá la más importante, fue por la valentía con la que su madre afrontó hace tres años su muerte. Belén Lobo, gran profesional de la danza clásica y contemporánea, no dejó de citar la palabra cáncer, optó por un tratamiento homeopático y preparó su despedida. Fue toda una lección para su hijo, Boris Izaguirre (Caracas, Venezuela, 1965), quien vive la vida como un equilibrista “avanzando por la cuerda floja”. “Su muerte es el tema de mi próxima novela. Me impresionó cómo decidió organizar, arreglar, alistar todo lo que creía fundamental antes de marchar”, explica a El último día de mi vida. Les hizo estar preparados, “un gesto extraordinario, digno de una gran madre como ella”, ha recordado. Pero ha tenido más experiencias con la muerte, como en la década de los ochenta, cuando vivió la epidemia del sida con total crudeza. “Mi mamá siempre me decía: ‘Has ido al cementerio por generaciones enteras’. En recuerdo a tantos afectos y amigos colaboro con el doctor Bonaventura Clotet en la búsqueda de una vacuna. Y que la vacuna sea española”. Presentador de televisión, guionista, articulista y escritor, ahora vive en Miami y acaba de contemplar el huracán Irma “posado encima de mí ocho horas seguidas. No me asusté. Decidí mirarlo de frente. Y pensé, se está chupando todo lo que ve. Pues que se lleve mis malas energías, mis malos recuerdos, la gente que me cae mal, los que me han hecho daño. Que me deje sólo con lo bueno y necesario. Drené todo lo que pude, y creo que lo mismo debemos hacer ante la muerte. Dejar lo malo y ascender sólo con lo bueno y necesario”.

–¿Le da miedo la muerte?

–No. Pienso que es un paso. Incluso un rito hacia un nuevo nivel. Por eso me gustaría encontrarla con un vodka muy frío entre las manos.

Salud.

1. Si supiera que mañana es el último día de su vida, ¿qué haría? ¿Cómo lo pasaría?

Me pondría uno de mis trajes hecho a medida de Pedro del Hierro y unos buenos zapatos Gucci. Y me daría un buen afeitado. Me pondría una crema de Maribel Yébenes y hablaría con el doctor Monereo. No seré un cadáver joven, pero al menos cuidado.

2. ¿Qué le hubiera gustado hacer y ya no podrá porque no tendrá tiempo?

Cantar afinado. Será en otra vida.

3. ¿Qué aconsejaría a los que se quedan?

No hacer compras nerviosas. Es una de esas cosas que jamás ­entenderé.

4. ¿Cómo diría que fue su vida?

Brillante. Conocí a todos mis ídolos. Y fui simpático con mis enemigos.

5. ¿De qué está más orgulloso?

De mi habilidad para mezclar. Cosas, gentes, temas, respeto e infidelidad.

6. ¿Se arrepiente de algo?

De comer tanta gelatina. Es muy bueno para las células, pero me crecen las uñas como si fuera un vampiro. Gasto muchísimo en manicuras. Y pedicuras.

7. ¿El mejor recuerdo de su vida?

Recibir el premio Isis de la Academia de la Televisión por la cobertura en Telemadrid del Orgullo Gay Mundial este julio pasado. Me pinté el pelo de lila, y muchas amigas dijeron que era horrible. Pero valió la pena.

8. ¿Cuál sería el menú de su última cena?

Algo venezolano, algo catalán, algo gallego, algo gringo. Pastel de polvorosa, el plato favorito de Simón Bolívar. Escudella y esqueixada, me encantaban antes de que imaginara vivir en Barcelona. Empanada de zamburiñas. Cóctel de gambas con salsa rosada. Ensaladilla y helado de vainilla. Y ­consomé gelée, una alta cursilada culinaria que me fascina. Uno de mis cumpleaños serví todos estos platos y la gente se inflaba y caía al suelo.

9. ¿Se iría a dormir?

Preferiría sentarme y tomarme un vodka muy frío.

10. ¿Cuál sería su epitafio?

Él las conoció a Todas.

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