Un mundo propio

La actriz madrileña, de 27 años, asegura que aún no ha podido reflexionar con calma sobre su reciente Goya a mejor actriz revelación por Un otoño sin Berlín, “lo que ha significado tenerlo entre mis brazos, más allá del enorme honor de que la profesión me lo haya otorgado”. Representante de la sexta generación de artistas –los más populares, los Gutiérrez Caba–, presenta en cines La corona partida, “donde encarno a una Juana la loca distinta, zarandeada por los hombres de su vida por pura ambición política”, una continuación natural de la serie Isabel. Al tiempo, en teatro interpreta a una Julieta atípica en El público, de García Lorca, “que vuelve de la muerte para seguir amando a Romeo; una maravilla”. Con todo esto, y dos filmes más por estrenar, hace “encaje de bolillos” para atender a su afición por la danza “que tiene un doble efecto en mí que parece contradictorio, pero no lo es. Por un lado, me desconecta de la realidad, y por otro, me conecta conmigo misma y con el suelo que estoy pisando”. Baila desde que era niña, “incluso antes de debutar en escena, con nueve años y jugando a la rayuela, que es lo que hacía mi personaje al abrirse el telón. Era la obra Mariana Pineda, y ahí noté por primera vez esa emoción del público que me hace sentir que las tablas son mi lugar natural”.