Si algo no detiene a Jake Gyllenhaal (Los Ángeles, 1980) al abordar un personaje es la exigencia física para encarnarlo. Perdió nueve kilos para rodar Nightcrawler –confiesa que se sentía “algo hambriento” a todas horas– y ha ganado seis de masa muscular para convertirse en el boxeador de Southpaw, de Antoine Fuqua, aún por estrenar en España. Para este actor de padre cineasta, madre guionista y hermana actriz, que debutó a los diez años, transformar su físico por un papel es un estímulo más para interpretarlo. No tuvo reparos en someterse al duro entrenamiento marcado por el exboxeador Terry Clayton: seis horas de ejercicio al día, incluyendo dos mil abdominales por jornada. El resultado ha sido espectacular, a la vista de las imágenes de la película, que ya se ha estrenado en Estados Unidos. Aficionado al ciclismo, pasea a menudo en bicicleta y mantiene una buena forma, que también le ayudó en el filme que ahora llega a las salas españolas, Everest, basado en la historia real de unos alpinistas atrapados durante un ascenso.
Al límite
Jake Gyllenhaal
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