El arte de protestar

Jil Love

Jil Love, el nombre que ha adoptado la catalana Jordina Salabert, se ha convertido en uno de los máximos exponentes del nuevo artivismo, un modo de protesta que utiliza el arte como elemento de denuncia. Afincada en Los Ángeles desde hace más de una década, sus causas son tan diversas como los referentes culturales y los recursos escénicos e interpretativos que utiliza en unas acciones que no dejan a nadie indiferente. Asegura vivir del arte aunque el arte no le dé para vivir.

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LA MASACRE. Acción antitaurina en las calles de Madrid. (Yolanda Lalonso)

A Jordina Salabert le llamó poderosamente la atención la figura de aquel anónimo hombrecillo que decidió plantarse ante una columna de tanques en la plaza pekinesa de Tiananmen. Un personaje anónimo, enclenque, ajeno a la presencia de las cámaras que harían de él un icono de la lucha por los derechos civiles. “Ese hombre enclenque, que posiblemente venía de hacer la compra, porque llevaba una bolsa de plástico en la mano, fue capaz de jugarse la vida por defender la dignidad humana ante la más clara representación del poder. Me marcó, y en todas mis intervenciones no dejo de pensar en él”.

Establecida en Los Ángeles desde hace más de una década y transformada en Jil Love, su nombre de guerra, esta catalana abandera hoy lo que se ha dado en conocer como artivismo, un llamativo –y efectivo– modelo de protesta que conecta tanto con la defensa individual de los derechos civiles en Estados Unidos como con las corrientes artísticas más provocadoras de los años setenta y que ella ha traído a Europa en las múltiples acciones que ha protagonizado desde que se dio a conocer como musa de los indignados en la Puerta del Sol de Madrid durante las protestas del 15-M.

“Quería hacer algo, no ser un mero testigo, y cuando empecé a actuar descubrí que yo misma represento el cambio que quiero ver en el mundo”

Sus performances son tantas como sus causas y han ido desde la denuncia de la tragedia de los refugiados sirios o las incursiones del ejército israelí en los territorios palestinos hasta las acciones contra la experimentación con animales, el Toro de la Vega de Tordesillas, las prospecciones petrolíferas en las Baleares, el recuerdo del genocidio armenio o la denuncia de la arrastrada vida de miles de sintecho en Los Ángeles, las políticas de la Administración Trump, el silenciado tráfico de órganos o las desapariciones y asesinatos de estudiantes en México. “Me muevo siempre por indignación y voy donde me llaman si considero que puedo hacer algo por una causa justa”, explica.

Y allí donde aparece su presencia no pasa desapercibida. Aunque lo suyo no es un simple aparato escénico ni la voluntad de provocar por provocar. Sus intervenciones tienen una clara vocación artística, y son comunes los referentes culturales. Como lo son las Pietà que ha representado en sus acciones con los homeless que habitan bajo su apartamento angelino o los activistas palestinos, una Caritas Romana que ha transformado en American Charity con la misma estética pop que maneja en otras intervenciones o los ángeles caídos y ángeles de la muerte también habituales en sus protestas. Referentes que aportan fuerza a sus escenificaciones. “Llevar imágenes universales, que todo el mundo conoce, a la calle, puede atraer la atención sobre una causa. Aunque a veces tan sólo es necesario trasladar a nuestro entorno la crudeza de un imagen que es habitual en otro contexto”, explica la artivista.

La provocación, como elemento intrínseco del arte y de la protesta, es otra de las características de las acciones de Jil Love. “En eso tengo un doctorado

–asegura–. Imagino que una mujer americana no podría haber hecho lo que he hecho yo en Los Ángeles, donde mostrar un pecho ya es un sacrilegio que puede cerrarte muchas puertas y generar rechazo o donde la corrección política te impide denunciar lo que pasa en Palestina. Yo tengo muchos problemas con la comunidad judía norteamericana. Por Facebook no dejan de decirme que no tengo futuro, que nunca encontraré un trabajo digno... Me da igual. Forma parte de una forma de ver y vivir la vida y el arte a la que no estoy dispuesta a renunciar”.

Pese a contar con estudios de interpretación y dedicarse profesionalmente al teatro, la activista se define como una autodidacta desde que dejó el instituto a los 16 años para iniciar su propio camino primero en Barcelona, después en Madrid y finalmente en California. En cualquier caso, no ve ni el arte ni el artivismo como una profesión, sino como un estado de ser inherente a su personalidad con el que, desde luego, no se gana la vida.

“Si no hiciese lo que hago me volvería loca; siempre he escuchado que yo sola no voy a cambiar nada; pero la resignación es la muerte y esta es la única lucha por la vida que entiendo”

“Siempre quise hacer algo por los problemas del mundo, sin saber exactamente qué. No quería ser un mero testigo, como lo fue tanta gente en Europa durante la Segunda Guerra Mundial o como lo es todo el mundo que mira las desgracias ajenas, lejanas o cercanas, frente al televisor. Y cuando empecé a actuar me di cuenta de que era alguien. Yo misma represento el cambio que quiero ver en el mundo”, proclama.

Convencida de la fuerza del hombre desnudo frente al poder establecido, sus acciones tratan de remover conciencias. Tanto las más cercanas como las lejanas mediante la notoriedad que puede conseguir cualquier intervención mediática en un mundo globalizado. No en vano, su representación de la asfixia económica que denunciaba la Generalitat cuando buscaba un pacto fiscal que reportaron las agencias se convirtió en una de las fotos del año para The Wall Street Journal, además de ser también foto del día para The New York Times.

“El arte es la expresión más profunda del alma y la culminación del poder de la imaginación, que es lo que nos hace humanos. Y también somos humanos porque tenemos la capacidad de luchar contra la injusticia –sintetiza Jil Love esa comunión entre arte y protesta–. Si no hiciese lo que hago me volvería loca. Siempre he escuchado que yo sola no voy a cambiar nada. Pero sé que la resignación es la muerte, y lo que hago es la única lucha por la vida que entiendo”.

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ÁNGEL CAÍDO. Performance de denuncia sobre la vida de los sintecho. (Azul Delgrasso)

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‘GOLDEN POOP’. Protesta contra Trump en el Paseo de la Fama. (Alex Medina)

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