“En instantes se puede vivir una vida entera”

El último día de mi vida: Brunello Cucinelli

Vertical

Ilustración: Oriol Malet

Es el rey del cashemere. El industrial artesano del lujo que abandonó la escuela de ingeniería a los 24 años para imponerse una formación humanística que le ha llevado a regir su vida por la regla de san Benito, ora et labora; a descubrir que, como a Kant, sólo hay dos cosas que realmente le conmueven, “el cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí”; a devorar los textos de filósofos y pensadores como Sócrates, Séneca, Aristóteles o Marco Aure­lio, o a admirar la vida y obra de Gandhi, Martin Luther King, Mandela, el papa Francisco u Obama, de quien dijo cuando era presidente de Estados Unidos “que piensa como un filósofo y actúa como un emperador”.

Brunello Cucinelli (Castel Rigone, 1953) sabe que en esta vida estamos de paso y dice que se siente un custodio. Ama la belleza, y por ello ha consagrado la mitad de su vida a restaurar y transformar Solomeo, la aldea donde nació su mujer, Federica, en una ciudad empresa medieval. Cucinelli ha sufrido con la muerte de sus seres queridos, aunque recuerda con especial dolor “la de un niño que la tuberculosis arrancó de los brazos de su madre”.

La muerte, dice, es como una puerta para pasar de una vida a otra. No le tiene miedo. Lo que sí le atemoriza es la necedad porque, explica, como dice Goya, “genera monstruos”.

–¿Cree usted que hay algo más allá de la muerte?

–De las enseñanzas de mis grandes maestros aprendí que muere sólo nuestro cuerpo y el alma es inmortal. Cada noche dialogo con la querida memoria de mi madre y de todas las personas que he amado.

Cucinelli decide que su alma es inmortal cuando cumple sesenta años. Y recuerda a Sócrates, que invita a vivir lo mejor que puedas. “Y si al final resulta que no hay nada, pues paciencia. El fin de la vida será diferente para la gente malvada que para los de buen corazón. Y si no hay nada más, pues habrás vivido mejor”. Cree que el ser humano tiene un problema desde que nace: cuida poco su alma, que necesita atención y cuidados a diario. “Si quieres cuidar tu alma, debes hablar contigo mismo de la relación con el mundo, con los demás, con la vejez, con la muerte. Yo soy un amante de la espiritualidad. Siempre me ha gustado mucho”. Brunello Cucinelli pasa muchas horas consigo mismo. Le gusta tener tiempo para estar a solas. Junto a la chimenea, apaga las luces, enciende las velas y se imagina diálogos con Sócrates, Séneca, Aristóteles o Marco Aurelio, cuyos bustos embellecen la estancia.

Daría su vida por la de sus hijas y nietas.

Pero qué es la vida para él.

–Es alegría, que debemos saber reconocer también durante los momentos dolorosos. Hay que vivirla en la búsqueda constante de lo justo, vigilando sobre ese gran mal del alma que atrapa al ser humano.

Cuida el alma, ama la belleza y sé justo.

1. Si supiera que mañana es el último día de su vida, ¿qué haría? ¿Cómo lo pasaría?

Sería un día de gran dolor, pues creo que la vida es el don más grande de la creación.

2. ¿Qué le hubiera gustado hacer pero no podrá porque no tendrá tiempo?

Leer y estudiar el pensamiento humano.

3. ¿Qué aconsejaría a los que se quedan?

No dejen que los años mitiguen sus ideales.

4. ¿Cómo diría que fue su vida?

Laboriosa, vivida en el respeto de la dignidad humana.

5. ¿De qué está más orgulloso?

De mi familia, del aporte que he dado para proteger lo ­creado.

6. ¿Se arrepiente de algo?

De cada día en que permití que la ira prevaleciera sobre la tolerancia.

7. ¿El mejor recuerdo de su vida?

El nacimiento de mis hijas y el doctorado honoris causa en Filosofía y Ética de las Relaciones Humanas.

8. ¿Cuál sería el menú de su última cena?

Pan de mi trigo y aceite de mis olivos, saboreados delante de un fuego chispeante junto con mis amigos más queridos.

9. ¿Se iría a dormir?

No, seguramente. Fiódor Dostoyevski sabía que en pocos instantes se puede vivir una vida entera.

10. ¿Cuál sería su epitafio?

“Ha amado la belleza”.

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