“Esperaría el fin con ‘Ahora que’, de Sabina”

El último día de mi vida. Carme Ruscalleda

Vertical

La muerte no le resulta ajena. No le da miedo. Habla de ella con normalidad, forma y ha formado parte de su vida. Porque sin vida, no hay muerte. Y hay muerte porque hay vida. “He visto el tránsito a la muerte en casa; he visto tomar medidas para la caja, pasar los carros que se llevaban el féretro”. El menú del día de difuntos en casa de Carme Ruscalleda (Sant Pol de Mar, 1952) siempre fue la escudella, el cocido catalán. Recuerda que, cuando había una defunción, siempre aparecía una vecina que se ofrecía: “Ya te prepararé yo la escudella”. “En esos momentos –valora Ruscalleda– es el abrigo familiar que reconforta”.

Carme Ruscalleda es la chef que más estrellas Michelin tiene. Suma siete en su universo culinario: tres por su restaurante Sant Pau de Sant Pol de Mar, dos por el barcealonés Moments (con su hijo Raül Balam como jefe de cocina) y otras dos por su restaurante de Tokio. Es una autodidacta con una vida ligada a los fogones y a Toni Balam, su novio desde los 16 años y luego marido. De ser hoy el último día de su vida, no tendría apetito. Un menú que hablara de ella debería tener unos entrantes potentes, porque la vida en la cocina es muy exigente; ser un punto picante, porque impide que te duermas, y concluir con algo dulce, porque se considera afortunada.

No duda, y explica que esperaría el final escuchando la canción Ahora que de Joaquín Sabina. “Es la reflexión, cuando llevas unos kilómetros de tu vida ya recorridos, sobre cómo saber parar y observar el paisaje para saborear el momento y la vida”, explica sobre su letra y música. Para, observa y saborea. Sabina canta la última estrofa: “Cuando me voy./Ahora que estoy más vivo/de lo que estoy./Ahora que nada es urgente,/que todo es presente,/que hay pan para hoy./Ahora que no te pido/lo que me das./Ahora que no me mido/con los demás./Ahora que todos los cuentos/parecen el cuento/ de nunca empezar”.

1. Si supiera que mañana es el último día de su vida, ¿qué haría? ¿Cómo lo pasaría?

Si supiera que mañana es el último día de mi vida, si esta cruel noticia me llegara en un momento con ilusión por la vida, en plena forma y con nuevos proyectos, sentiría que es una putada. Si, por el contrario me llegara en un estado de ánimo fastidiado, cansado y enfermo, seguro que sentiría que es un alivio. ¿Qué haría? Buscar una segunda opinión, una consulta con un especialista en el tema. Lo pasaría en casa, citando a los que amo para darles el último abrazo.

2. El último día de mi vida¿Qué le hubiera gustado hacer y ya no podrá porque no tendrá tiempo?

Un viaje pendiente a Madagascar.

3. ¿Qué aconsejaría a los que se quedan?

¡Que amen y saboreen la vida al máximo!

4. ¿Cómo diría que fue su vida?

¡Vivida y saboreada al má­ximo!

5. ¿De qué está más orgullosa?

De vivirla con una libertad de acción que se convierte en energía por vivir, desde el respeto y voluntad de comprensión por todo lo que contiene la vida.

6. ¿Se arrepiente de algo?

Tengo la conciencia de no haber hecho nada terrible. Si herí alguna vez a alguien, sinceramente le pido perdón por la inconsciencia.

7. ¿El mejor recuerdo de su vida?

Uno de ellos, muy reciente, recibí la primavera un día soleado y plácido de marzo, al aire libre, con un arroz a la catalana en el jardín, con las nietas, los hijos, mi marido y mi madre, ¡maravilloso ­recuerdo!

8. ¿Cuál sería el menú de su última cena?

Estoy segura de que no tendría apetito alguno.

9. ¿Se iría a dormir?

¡No! Me acomodaría en mi salón, contemplando el horizonte, con la música de la canción Ahora que de Joaquín Sabina y esperaría que llegara “el fin”.

10. ¿Cuál sería su epitafio?

CRS, 1952-...?

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