"Que un monje budista me hable sobre el viaje"

El último día de mi vida. Inès de la Fressange

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Musa de Francia, icono de la elegancia, encarnación de la parisiense, alta y espigada, morena, pelo corto, no formaba parte del molde, pero triunfó en las pasarelas; quizás porque sonreía. Inès de la Fressange (Gassin, Francia, 1957), que acaba de publicar La parisina. Lookbook (Grijalbo), no teme a la edad, pero sí a la enfermedad. Era tremendamente feliz. Tenía un marido ideal, dos hijas maravillosas cuando un ataque de corazón acabó de forma fulminante y repentina con el hombre de su vida un día del 2006. Afronta por correo electrónico el cuestionario de El último día de mi vida y hace acotaciones. También sonríe frente a él.

“Si supiera que mañana es el último día de mi vida, llamaría a un monje budista para que me hablara del viaje que voy a hacer”

–Creo que la muerte forma parte de la vida, es una especie de lote inseparable, como la luz y la sombra. Todo se transforma perpetuamente incluso si no lo vemos, todos los átomos se mueven continuamente, no podemos hacer nada, sólo aceptarlo. Las flores más bellas son las verdaderas, no las de tela o plástico. Pero hasta las falsas flores desaparecen. ¿Qué sería la vida con la eternidad delante de nosotros? Día a día perdemos cabellos, piel, sin darnos cuenta y sin embargo seguimos siendo nosotros mismos. ¡De acuerdo, envejecemos! Todo está en movimiento continuo, entonces ¡hagamos como los surfeadores anticipándonos a la ola porque de ninguna manera podemos luchar en su contra!

Inès, que jamás soñó con ser modelo y sí psiquiatra o pintora, surfeó para superar la muerte del padre de sus hijas. Años después volvió a encontrar el amor.

Y sabe, como supo siempre, que la felicidad hay que saber verla cuando está ahí.

Disfrutémosla.

1. Si supiera que mañana es el último día de su vida, ¿qué haría? ¿Cómo lo pasaría?

¡Qué buena pregunta! Deberíamos hacérnosla todos los días. Tendríamos que reconciliarnos con los que nos hemos enfadado, sin olvidarnos de decir te quiero a los que queremos aunque pensemos que ya lo saben y que ya se lo hemos dicho.

Personalmente tiraría todos los objetos, documentos o ropa innecesaria para que mis hijos no pensaran que son cosas importantes para recordarme. Daría dinero a quienes lo necesitan. Llamaría a un monje budista para que me hablara del viaje que me dispongo a hacer. No diría nada a los más cercanos sobre este viaje, pero sí tendría palabras complacientes y gestos cariñosos. Como una verdadera víctima del mundo de la moda, prepararía una bonita camisa de lino blanco para tener una buena mortaja y dejaría algunas pistas para que no compraran un ataúd demasiado lujoso. Acabaría con una lista de reproducción de música para mi entierro para reír mucho y apenas llorar.

También encargaría a mi mejor amiga que confortara a mi familia diciéndole que todo me irá bien allá donde esté y le entregaría una cartita y, como ella me conoce lo suficiente, les diría: “Vuestra madre y yo no pensábamos lo mismo, pero después de todos estos años he podido conocer sus principios”.

“El sueño no es más que el inicio de la muerte, únicamente el espíritu sueña: forma parte de la vida y no es una pérdida de tiempo. Pero creo que permanecería despierta en mi última noche. Si tengo ojeras, el enterrador me hará un precioso maquillaje”

2. ¿Qué le hubiera gustado hacer y ya no podrá porque no tendrá tiempo?

Me gustaría hacer un álbum con las fotos que se encuentran en mi ordenador.

Me gustaría plantar un eucalipto en mi casa de la Provenza.

Me gustaría volver a India.

Me gustaría enviar flores a cien personas.

Me gustaría disculparme con los que he descuidado.

¡Esta entrevista es asombrosa, te das cuenta de lo verdaderamente importante y de lo que podemos hacer desde este mismo instante, sin necesidad de tener una guillotina a punto de cortar nuestro cuello!

¡Puede que vaya a cambiar a mejor gracias a usted!

O me quiere dar malas noticias (se ríe).

3. ¿Qué aconsejaría a los que se quedan?

Llorad si queréis, es normal, pero llorad por vosotros, no por mí. Allí donde voy me preguntan: “¿Cómo has amado?” entonces me perdonan y me dispongo a volver en otro cuerpo. Por ahora estoy bien, vivo en esta luz cálida una total felicidad que me permite comprender todo, estoy próxima a la empatía y rodeada de una dulce ingravidez. Os veo llorar y me gustaría consolaros, explicaros que la vida es bonita pero que sólo es un lugar de paso.

¿El consejo? Preguntaos cada día si lo que os molesta es importante de verdad y aprended a conseguir y apreciar la felicidad. No calumniéis, tratad de tener buenos pensamientos, no tanto por los otros sino por vosotros mismos; podemos conseguir lo que deseamos si borramos nuestra mirada crítica sobre asuntos insignificantes. ¿Recordaréis estas preocupaciones presentes dentro de diez años? No, probablemente, no. Ocurra lo que ocurra, siempre hay una solución que encontrarás y si no la encuentras es inútil hacer un nudo en el estómago.

4. ¿Cómo diría que fue su vida?

Una suerte loca.

La suerte de tener unos padres originales que admiraban la creatividad y el talento.

La suerte de vivir mi niñez en el campo, lo que desarrolla la vida interior.

La suerte de haberme atrevido a decidir por lo que no me aconsejaban para mi vida profesional.

La suerte de ser diferente y que esto guste.

La suerte de encontrar el hombre de mi vida.

La suerte de haber podido, a pesar de todo, tener dos hijas con él.

La suerte de tener dos niñas generosas, amables e inteligentes,

La suerte de que sean tan diferentes una de otra pero con profunda bondad común.

La suerte de tener amigos mucho más cordiales que yo.

La suerte de admirarlos.

La suerte de vivir en una casa que es un poema.

La suerte de amar la moda y poder trabajar en ella.

La suerte de que a la gente le guste lo que hago.

Pero por encima de todo: ¡La suerte de poder disfrutar a diario de la suerte que tengo!

5. ¿De que está más orgullosa?

Espontánemente me gustaría decirle “de mis hijas”. Y, sin embargo, no es gracias a mí. Estos dos individuos independientes tienen la gracia, por lo que estoy orgullosa de ellas, pero estoy fascinada de que estén tan bien sin querer reivindicar ninguna responsabilidad. Les he dado mucho amor como a las plantas que tuvieran necesidad de agua.

En cambio estoy orgullosa de mi empresa, de mi tienda, era un sueño que he sabido realizar.

¡Sí, sí evidentemente, mis hijas eran un sueño! Pero no he tenido la sensación de que fueran una parte de mi sino un don del cielo, ¿sabe?

Estoy orgullosa de mis amigos, en Instagram escribo a menudo #myfriendshavetalent.

Estoy orgullosa de presentarlos entre ellos y si es posible de ayudarles en su carrera profesional.

A propósito, le animo a ver el trabajo de Elie Top, Marin Montagut, Domitille Brion, Loïc Prigent, Vincent Darré, Marie-Hélène de Taillac, Boris Terral, Pascale Monvoisin… ¡Verá a cada uno en su especialidad; son sorprendentes!

6. ¿Se arrepiente de algo?

De no haber aprendido a hablar correctamente italiano (aun así lo entiendo).

No haber viajado más en mi juventud en lugar de trabajar.

No tener las habilidades de algunos que ya han desaparecido.

No haber preguntado más a mi abuela sobre su vida.

No haber estado el tiempo suficiente con la gente que me habría necesitado.

No haber sido más despreocupada cuando era joven.

No haberme dado cuenta que de no estaba mal en mi juventud

y que no hubiera necesitado tantos vestidos ni maquillajes.

No haber ido un año con mis hijas a dar la vuelta al mundo como les había anunciado.

De contarle todas estas tonterías en esta entrevista (se ríe).

7. ¿El mejor recuerdo de su vida?

Hace un momento: estaba en mi coche, hacia buen tiempo, escuchaba Sing to Me de Walter Martin, París estaba magnífico, estaba tranquila y sin preocupaciones absurdas.

8. ¿Cuál sería el menú de su última cena?

Hum, sería divertido comer caracoles para tener un fuerte olor a ajo en el féretro (risas).

Si se trata de cosas que me gustan, me comería dos paquetes grandes de palomitas dulce/saladas de Mark’s & Spencer, Toblerone, pastila marroquí, leche de almendras y si me dicen que no es muy equilibrado, les respondo: ¡No me importa, me muero mañana!

9. ¿Se iría a dormir?

El sueño no es más que el inicio de la muerte, únicamente el espíritu sueña: forma parte de la vida y no es una pérdida de tiempo. Sin embargo creo que de todos modos permaneceré despierta.

Al día siguiente, si tengo ojeras el enterrador sabrá hacerme un precioso maquillaje (risas).

También iría a pasear a los perros porque nadie en la casa pensará durante 48 horas en hacerlo. Podré encargar, además, cantidad de regalos para mis allegados y amigos ¡así tendrán noticias mías en unos días!

10. ¿Cuál sería su epitafio?

Varios a elegir: A fuerza de oír decir que era un icono, ha preferido paralizarse (risas).

O: No crean que está aquí sino muy cerca de ustedes.

O: ¡Pueden dejar las flores en la tumba de al lado, tiene menos suerte que yo!

O: Vayan a leer el Magazine ¡y lo sabrán todo!

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