"Hay que seguir intentándolo incluso después de muerto"

El último día de mi vida. Isaki Lacuesta

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Luna tiene seis años y hace uno y medio que le dijo a sus padres que estaba con mucho miedo a la muerte. Intentaron “anularle ese temor” de muchas maneras, pero no lo lograron. “Fracasamos en todas, supongo que, en parte, porque somos ateos”, explica su progenitor. Isaki Lacuesta (Girona, 1975), su padre, le explicó que a él le ayudó mucho una cosa que le contó un amigo: “Me dijo que mientras yo esté, la muerte nunca estará, y que cuando esté la muerte, yo nunca estaré. Le dije a Luna que, este pensamiento, me aliviaba”. Ella, “muy graciosa, me preguntó cuántos años tenía cuando me explicaron eso; unos veintipico, le respondí. Pues a los veintipico igual funciona, pero a los cuatro no, me respondió. Me dejó roto y me provocó mucha risa”.

Isaki Lacuesta siempre ha tenido mucho miedo a la muerte, que ahora ha amortiguado. Ha padecido ataques de ansiedad y pensado que se moría allá por la treintena. Atribuye esos episodios a un cansancio físico extremo y a una cierta insatisfacción por no acabar de vivir como quería. Lo ha superado autoengañándose, disfrutando más de lo que tiene y asumiendo la mortalidad. Guionista y director de cine, ha ganado el premio de videocreación, coproducido por el Departament de Cultura y Loop BCN en la 17.ª edición del festival de Videoarte con el ensayo Yo soy lo prohibido.

-¿Qué trata de transmitir?

-Intenta, por un lado, dar información sobre las leyes y la jurisprudencia del país. Creo que tenemos un desconocimiento muy bestia sobre cómo son las layes que rigen nuestra vida. Intento transmitir estos conocimientos y luego reflexionar sobre qué queremos prohibir y qué no. Intento también que el espectador se ponga en la cabeza de los más opuestos a él.

El cine, dice, le ha permitido vivir muchas vidas y conocer a personas de clases sociales muy distintas a las suyas, como multimillonarios suizos o los hermanos gitanos Isra y Cheíto, cuya vida está marcada por la muerte de su padre cuando eran niños y han protagonizado La Leyenda del tiempo, rodada hace 12 años, y Entre dos aguas, diez años después.

-Nos enseñan que la vida está muy predeterminada por la clase social en la que estás. Cuando eran adolescentes no tenían la sensación de que tuvieran esa serie de limitaciones; luego se dan cuenta de que son infranqueables. Pero ellos no dejan de luchar para vivir como quieren, y esta es una lección que me dan a mí. Siempre, cuando me siento jodido, pienso que hay gente que está mucho peor y que no se rinde. No tengo ningún derecho a quejarme. Hay un auge del victimismo, da la sensación de que todo el mundo se queja y culpa a los demás de sus problemas.

Entre dos aguas, una película de ficción, empieza con una secuencia real: un parto. Isaki Lacuesta ha dicho que es lo más caro que ha rodado nunca por el coste de la espera: un mes. Y nació Manuela.

- ¿Qué es la vida para usted?

-La vida no es nada y al mismo tiempo es todo lo que tenemos.

1. Si supiera que mañana es el último día de su vida, ¿qué haría? ¿Cómo lo pasaría?

Lo primero que haría es negociar con las instancias pertinentes para que no me den un día, sino dos. Entonces, el primer día lo dedicaría a hacer todas las cosas que me faltan: saltaría de un avión sin paracaídas, aprendería a conducir, a tocar el piano, tomaría heroína, escribiría un libro, haría como Galois y daría instrucciones para resolver un problema matemático muy complejo, plantaría un árbol y luego, al segundo día, descansaría en casa con las personas que más quiero y las miraría mucho, como si me hiciera falta recordarlas, aunque sé que no me hará falta.

2. ¿Qué le hubiera gustado hacer y ya no podrá porque no tendrá tiempo?

Nada porque lo habría hecho todo el penúltimo día.

3. ¿Qué aconsejaría a los que se quedan?

Que no especulen, que hagan lo que crean que tienen que hacer en la vida, que no pierdan la curiosidad y, sobre todo, que nunca se preocupen por lo que piensen los demás, porque en realidad dedican muy poco tiempo a pensar en nosotros.

4. ¿Cómo diría que fue su vida?

Muy gozosa, muy espectacular. Estoy pudiendo hacer realidad todas mis fantasías, incluso las más desaforadas, así que bien, agradable.

5. ¿De qué está más orgulloso?

De no haber renunciado nunca a los sueños que tenía de chaval y a los que he ido teniendo a posteriori. Si nos vieran los niños que fuimos, y pienso también en mi pareja, estarían muy contentos. Porque no hemos formado parte de la familia de los especuladores, si no de la familia de los cuentacuentos.

6. ¿Se arrepiente de algo?

Pues no mucho, la verdad. De pequeño me arrepentía de todo y lo pasaba mal y entonces, como que me entrené para no arrepentirme demasiado y pensar que en vez de intentar corregir lo equivocado, que es imposible, hay que intentar hacerlo mejor la próxima vez.

7. ¿El mejor recuerdo de su vida?

Soy incapaz de decir sólo uno.

8. ¿Cuál sería el menú de su última cena?

Lo dejaría en manos de las personas que me quieren, que me sorprendan.

9. ¿Se iría a dormir?

Pues sí. Toda la vida he dormido muy mal; dormir es una cosa que se me da muy mal y sería interesante ver si justo esa noche puedo dormir estupendamente. Sería muy interesante descubrir por qué justo esa noche duermo bien.

10. ¿Cuál sería su epitafio?

Siga buscando. Se puede interpretar de dos maneras. Si es como un mensaje que el que está dentro de la tumba lanza al que está fuera, sería algo así como no pierdas la curiosidad, sigue intentando cosas y sigue buscando porque no estoy aquí. Y si se ve como un mensaje que el que está fuera le lanza al que han enterrado me gusta esa idea de que incluso después de la muerte hay que seguir intentándolo. Es como un ¡venga chaval, todavía puedes hacerlo mejor, has fracasado en todo pero no te rindas, todavía lo puedes conseguir en algún momento!

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